Víctor Arribas

VERDADES ARRIESGADAS

Víctor Arribas

Periodista


El desprecio

12/03/2023

Más de un centenar de mujeres murieron en marzo de 1908 en el incendio de una fábrica textil de Nueva York. El empresario las había encerrado para que ni una de ellas saliera de los lúgubres talleres de la Triangle Shirtwaist donde intentaba producir más camisas que la competencia a costa de tener explotadas a las trabajadoras. Ellas eran luchadoras que trataban de ganarse la vida y mantener a sus familias con un cochambroso jornal que les daba para poco más que llevar unos mendrugos de pan a sus hogares en el hostil Manhattan de principios del siglo XX. En su nombre y en su honor nació en el mundo un movimiento de ruptura de cadenas, de lucha contra la discriminación por razones de sexo y de defensa de las libertades y los derechos de las mujeres. Primero fue durante casi un siglo un activismo alentador de la igualdad en el trabajo. Luego derivó en postulados más generales sobre la esencia misma de la mujer y fue adoptado como lucha imprescindible de las sociedades modernas. De ahí a lo que hoy estamos viendo sólo ha habido un puñado de años de diferencia en los que la corrosión ideológica ha carcomido aquellos principios fundacionales del necesario movimiento en defensa de las mujeres. Esta semana en las manifestaciones del 8-M, unas feministas se enfrentaban a otras porque consideran que un hombre que se somete a una operación de cambio de sexo no es ni será una mujer y no merece gozar de sus derechos esculpidos a sangre y fuego durante décadas. Las contrarias defendían que esa acusación sólo tiene un nombre: transfobia. Y seguían dando lecciones a las adolescentes sobre cómo se debe gozar sexualmente del propio cuerpo si ser necesaria la patriarcal penetración que las somete como objetos a disposición de los hombres. Imagino que las 130 de Triangle Shirtwaist han sentido un escalofrío en sus tumbas al ver el desprecio a su memoria en tan importante fecha.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí?. Difícil recordarlo ahora, con tantos acontecimientos diarios que nos asaltan a la velocidad del rayo. A estas alturas de la utilización ideológica del noble ejercicio de la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, no sabemos discernir todavía en qué momento comenzó a torcerse todo, en qué meandro del tortuoso camino del feminismo radical y obsesivo alguien decidió, en las diferentes latitudes del planeta, que era necesario retorcer el brazo de todo aquél que no comulgara con los procedimientos y las obligatoriedades que el pensamiento único ha ido imponiendo. Como se hace con el desprecio a Godard porque escrutaba el cuerpo de Brigitte Bardot en una de las películas que debe ser prohibidas porque no han pasado por el embudo del radicalismo militante.