Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


La sombra de los muertos

22/05/2020

Hace unos días, Carmelo Romero, en su muro de Facebook, abría el melón de los elogios. Junto a su loa a Fernando Simón, reconocía que «no somos proclives, quizás por pudor, a hacer públicos agradecimientos ni elogios». Mi reacción fue instantánea. No pude evitarlo. Hay veces en la vida que salto como un resorte. Solo hay que saber tocar la tecla. Le contesté de manera breve: «Cuánto nos cuesta en este país elogiar. Solo elogiamos a los muertos, aunque ni siquiera lo merezcan». Cuatro días después murió Julio Anguita y ese cruce de comentarios se me hicieron aún más vivos y vigentes. En estos días se ha dicho tanto sobre él que ya poco puedo aportar, porque comparto todo lo que yo y cualquiera hayamos leído. Ni una mala palabra. Ni un mal recuerdo. Ni un gesto torcido. Ni una sola crítica. Intachable. De repente, toda España se volvió ‘anguitista’. Y mientras iba leyendo tantas alabanzas y reconocimientos, me preguntaba, ¿qué diría Anguita si leyera todo esto? Yo no le conocí personalmente, (me da mucha rabia). Pero sabiendo de toda esa cordura, coherencia, sensatez, honradez, integridad y humildad que se le ha atribuido una vez fallecido; me imagino que no saldría de su asombro. Es el mismo Anguita que consiguió ser alcalde en Córdoba, pero que  nunca alcanzó unos buenos resultados en el Parlamento. El mismo Anguita del que se mofaban con su «programa, programa, programa». Se me hace difícil entender cómo es posible que una persona tan admirada, querida y reconocida una vez fallecida; en vida no fuera capaz de convencer con esa misma determinación. Que no lograra persuadir con sus planteamientos a casi ningún español, de esos que ahora le lloran. Me cuesta entender que se quedara prácticamente solo en las urnas con tantas cualidades como le han llovido de cuerpo presente. 
Que muchas de esas voces que ahora reivindican de manera unánime su figura le dieran la espalda o se rieran por las esquinas. ¿Dónde estaban los elogios a aquel Anguita de las noticias del guiñol de Canal+ que cabalgaba con Soberano? Los elogios, querido Carmelo, no creo que caigan con cuentagotas porque seamos pudorosos. Más bien yo diría que se debe a que somos envidiosos. Y competitivos. Parece que el elogio al prójimo arrastrara un desmerecimiento propio y que impidiera llegar a esa meta que muchos establecen en sus vidas. Tenemos miedo a los que destacan, porque creemos que su brillo nos apartará del camino. Hay sitio para todos. Pero para llegar a esa convicción hay que tener mucha seguridad en sí mismo y, querido profesor, aunque no lo parezca, la inseguridad es una de las fallas de esta sociedad que nos ha tocado en suerte. Esos elogios que tanto escasean, afloran tras el deceso porque el muerto ya no puede hacer sombra al vivo.