José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Todos los días empiezan de noche

22/05/2021

Cuando hace unos días conocí al detalle los sufrimientos de periodista radiofónico, Carles Francino de la Cadena Ser, contados por él mismo, tras superar el covid, me mostré bastante reticente a la idea de que los informadores relatáramos nuestra vida, lo bueno y lo malo, en los medios en los que trabajamos, sobre todo si  no se trata de algo singular, como es el caso de la pandemia en la que el bueno de Francino ha sido uno más entre decenas de miles que las han pasado canutas y muchos aún que están entre el cielo y la tierra en las UCIS de todo el mundo. Hoy, sin embargo, quiero hacer una excepción, aunque sólo sea para confirmar la regla, porque hay alguien con quien tengo contraída una deuda de amistad y que está pasando un tormento peor que los que viajan en la barca de Caronte con una moneda en los ojos para pagar el viaje a la otra vida.
Alfonso Irigoyen, más conocido como ‘el Patxi’ ha perdido a su esposa, tras una larga batalla en el Santa Bárbara. Él mismo paso la enfermedad y por este hospital y lo primero que hizo, nada más salir, fue agradecer a los sanitarios las atenciones que le devolvieron a la calle. Dicen que, de bien nacidos es ser agradecidos y como él lo ha sido yo no puedo por menos que corresponderle porque conozco a pocos que me llamen amigo y lo demuestren antes con los hechos que con las palabras. Él, si lee estas líneas sabrá de lo que lo que hablo, pero por poner un simple ejemplo, estuvo años cubriendo la información deportiva, ‘gratis et amore’ en la emisora en la que trabajé en los últimos años de mi vida activa, Onda Cero. Con grandes exclusivas incluidas como la venta del CD Numancia. De juerga todos somos majos, suelo decir a veces, pero nos conocemos más cuando que hay que lidiar con problemas y logran matrícula de honor los que se ofrecen a ayudar incluso sin que se lo pidas. De esos es Patxi.
No faltará quien se pregunte a estas alturas por la razón del titular de esta columna. Me explico. Viene al caso recordar que todos los días, ya sea la estación que sea, empiezan de noche, las cero horas. Pero al final siempre sale el sol.  Antes en verano y más tarde en invierno, pero sale y termina por iluminar nuestras vidas. Que sea más brillante o amanezca nublado suele depender de la capacidad que tengamos para ver la parte buena de la vida. Lo que tenemos por delante, los hijos, los amigos, el resto de la familia. El duelo inevitable se va diluyendo como las nubes que se apartan tras el chaparrón. Siempre que llueve escampa, decimos por aquí, pero olvidamos añadir, que esa lluvia que veces entristece  y molesta no deja de ser la fuente de vida que nos permite seguir respirando.