Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Es que...

20/12/2019

Hay pocas expresiones que resuman mejor la falta de voluntad, de intención, la dejadez, las excusas e incluso las falacias: «Es que». Cuando alguien comienza su argumentación con una frase encabezada por un «es que» te puedes dar por engañado, estafado, defraudado, decepcionado o despreciado. Por ejemplo, si yo le pregunto al subdelegado del Gobierno por qué no se acaban antes las obras de la Autovía del Duero, me contesta: «Es que os pensáis que la tramitación y burocracia administrativa… bla, bla, bla». Porque en cuanto mis oídos detectan el «es que», mi mente desconecta. Es como si tuviera en mi cerebro un interruptor que se activa con esas dos palabras centinelas. Y a la par que los vocablos que salen de la boca del emisor llegan a mis oídos en forma de «bla, bla, bla», mi enfado empieza a forjarse de manera tenue. Y si entre los bla, bla, bla; aún me llegan más ‘esques’, mi enfado empieza a intensificarse y, claro, hay riesgo de explosión. Aunque a veces no hay nada como explotar para anular y desintegrar los ‘esques’. Prueben. Infalible. 
Tengo más ejemplos. Muchos. La vida está llena de ‘esques’. Cuando vas al médico y te atiende hora y cuarto después de la cita que tenías. Te quejas del tiempo perdido y lo primero que te suelta: «Es que mira cómo tenemos la consulta». ¿Soy yo la que tiene que entender la situación? No. Yo soy la víctima de un sistema sanitario que no funciona bien desde hace siglos por muchas razones, sobre todo porque faltan médicos.  En vez de una excusa espero una disculpa que nunca llega. Aunque, realmente, tampoco el médico es el responsable. Es la Junta de Castilla y León como titular de las competencias sanitarias. Y mientras estoy sentada frente al médico con su impoluta bata blanca, recibiendo su «es que» esperando infructuosamente sus disculpas, se me quitan las ganas hasta de contestarle toda la retahíla de argumentos que se me amontonan en la cabeza. Hasta se bloquea ese interruptor mental que tengo. El enfado que ya brotó en la sala de espera empieza a ascender, pero decido abortarlo y no explotar, porque después de hora y cuarto de demora, lo único que deseo es que me atienda de una vez y que me dé un diagnóstico favorable. Me lo dio. ¡Albricias! No solo hay ‘esques’ en política o en el ejercicio del periodismo. El día a día está llenecito. Hay excusas porque en general la sociedad peca de un grave defecto: no asumir errores, realidades, evidencias, situaciones. No estamos acostumbrados a ser sinceros, nos paseamos entre las medias verdades y las medias mentiras con una naturalidad espantosa. Y lo hacemos porque en realidad nos persigue la sombra de la culpa. Deberíamos a aprender a erradicar el «es que» y asumir la vida como viene con lisura y transparencia.