Víctor Arribas

VERDADES ARRIESGADAS

Víctor Arribas

Periodista


Etiquetas

26/02/2023

Ahora que se borran de un plumazo las palabras que disgustan a la nueva inquisición censora, no estaría mal hablar de los nuevos términos que son acuñados para ir cambiando la sociedad hacia algo mucho más inclusivo e ideologizado. Al pobre Roald Dahl le eliminan de sus cuentos para niños expresiones como "enormemente gordo" o "negro" con una técnica que para sí habría querido un tal Goebbels: por la vía de la imposición del ideario de la corrección moral, la nueva moral por supuesto. Mientras unas palabras desaparecen bajo una dictadura que actúa en la sombra, cada día escuchamos nuevas e imaginativas etiquetas para identificar los demonios del progresismo nacional.

Empiezo con los fondos buitre, seguro que escuchan hablar mucho de ellos. Son inversores que ponen su dinero a riesgo y con el sólo movimiento de esos capitales logran activar muchos recursos de la economía. Sin posibilidad de discusión, se les ha colocado el estigma ideológico. Me gusta especialmente lo de la Ley mordaza, un epíteto despectivo hacia una legislación que pretende precisamente desamordazar a los servidores de la ley para que puedan hacer su trabajo. Es otro de los favoritos en la prensa. Falsos autónomos es la etiqueta más absurda que conozco, porque si algo tienen verdadero los trabajadores por cuenta propia a los que se emplea como si fueran parte de la plantilla, es que son autónomos. Más correcto debería ser llamarles falsos contratados. Hablando de los beneficios caídos del cielo los rectores de la ideología única descalifican la cuenta de resultados de las empresas energéticas, que por supuesto tienen que perder dinero y regalar el suministro a la mayoría social, a las clases medias y trabajadoras de este país. Con el impuesto al sol se instituyó una etiqueta que ridiculiza la fiscalidad creada contra la producción doméstica de energía. Sus creadores lo quitaron, y crearon otras docenas de tributos menos soleados y por supuesto sin etiquetas, como el de los plásticos que nos arruina al ir a la compra.

Y llegamos al núcleo duro del etiquetaje que impone la superioridad moral moderna. Negacionista es todo aquél que tiene dudas sobre ese dogma posmoderno y de obligado cumplimiento que es el origen humano del cambio climático. Ya puedes desgañitarte aclarando que el cambio climático es incuestionable y una realidad, pero si sugieres que tal vez sea la Naturaleza inalterable la que lo está provocando te llevarás con una colleja el calificativo de negacionista varias veces por minuto. La RAE, siempre atenta a incorporar en su diccionario las incorrecciones más diversas, seguro que está preparando ya la bienvenida a este término. Y luego está la etiqueta de reciente creación e inspiración gretathunbergiana, la emergencia climática. Si no te la crees, saltas a la casilla anterior.

Lástima que no tengamos aún la etiqueta de rigor para los trenes que no caben por los túneles. Tal vez sirva trenes rigurosamente vigilados, en homenaje a Jiri Menzel. Por dar ideas.