Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Lotería

22/12/2020

Quizás a estas horas algunos de ustedes estén saltando de alegría: el Gordo, el segundo, el tercero, aproximaciones varias y todo el ritual que suele acompañar al 22 de diciembre, antesala simbólica de la Navidad. Sin embargo, la mayoría estará (o estaremos) cumpliendo otra costumbre ancestral: celebrar el día de la Salud. Ya saben: no nos tocó nada, pero lo importante es tener salud. Y este año del 2020 la frase, el aserto, adquiere una dimensión especial. El maldito Covid-19 se ha apoderado hasta de los dichos populares, de las tradiciones seculares. Hoy no diremos lo de la salud solo con la vista puesta en lo general, sino que nuestros deseos y aspiraciones volarán hacia la trágica pandemia y sus consecuencias. Y volveremos a colocar los premios y los euros en segundo lugar, por detrás de esa salud, de ese bienestar, que tenemos en solfa más que nunca. Tal vez este 22 de diciembre sea el más extraño y turbador de cuantos hayamos conocido. Estaremos pendientes, claro, del sorteo y de los niños de San Ildefonso, pero también tendremos la atención puesta en si aumentan los casos, si baja la ocupación en las UCIS, si ha llegado a España esa mutación siniestra que ya camina por Gran Bretaña y si suena el teléfono y nos comunican que fulano o citano tiene el bicho y está ingresado. No se esperan grandes celebraciones, ni aglomeraciones a las puertas de administraciones de lotería y bares, ni que corra el cava, ni abrazos entre lágrimas de felicidad, ni…Raro, muy raro, como si un infame sortilegio se hubiera apoderado del ambiente y del corazón del personal. Obviamente, los afortunados se congratularán, reirán y suspirarán aliviados, pero con cierta sordina. Poco o nada se parecerá a la Lotería de hace un año cuando nadie sospechaba la que se nos venía encima y andábamos preparando la Navidad como siempre, como un paréntesis feliz en medio del tráfago diario. Este año ni siquiera sabemos lo que podremos hacer. Por eso, en día tan señalado como hoy, adquiere un significado especial un deseo eterno: ¡Felices Pascuas! Ya vendrán tiempos mejores.