Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


Entre el ataque y la propaganda

24/05/2021

Con la mirada puesta en el diseño de la desconexión veraniega, incluso reservando viajes y residencias y la fotografía mental de los sitios que habían sido de costumbre, con horizonte de mar, antes de padecer la cruda pandemia que nos colocó en la realidad mundana, graves acontecimientos internacionales nos vuelven a colocar en la otra cara del día a día. Se mantienen en la retina atentados contra los más elementales derechos humanos, niños incluidos, como han sido los constantes bombardeos de Israel contra los asentamientos palestinos, que han proporcionado imágenes desgarradoras, aunque se haya podido alcanzar un acuerdo de alto el fuego, pero el problema de fondo sigue latente, y la utilización de ciudadanos marroquíes, al abrirles la frontera para que entraran masivamente en Ceuta, como elemento arrojadizo contra España como respuesta a la acogida en un hospital del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. 
Es muy difícil ponernos a pensar ahora en 2050, como nos quiere hacer ver el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, en sus sesiones próximas a la propaganda, dibujándonos una arcadia feliz mientras tenemos todavía abiertas las heridas por lo que ocurre fuera y por lo que aún no ha pasado, un virus al que hay que seguir vigilando sin confiarnos, porque sigue ahí, aunque vaya avanzando la vacunación y se pueda contar, en julio, con un certificado para poder viajar y disfrutar de un merecido descanso. Cuidado ahí fuera. 
Si la política exterior nos ofrece desazón, dentro vivimos en una constante pelea partidaria que solo tiene por objetivo el horizonte electoral, con viento de cola para los populares, que ya van creciendo en ego ante un futuro que ven halagüeño. Pero su crecimiento no viene dado por el trabajo sino por la tarea de desgaste puro y duro hacia un Ejecutivo, ya de por sí sustentado por unos socios que no convencen a gran parte de su propio electorado. 
En la calle Génova, aún sede del PP, aunque dejará de serlo para perder ese halo de corrupción que rodea a los conservadores, muchos de cuyos antiguos dirigentes siguen desfilando por los juzgados, no existe otra estrategia que la del ataque, el mensaje que se transmite es que la oposición no está para ofrecer alternativas sino para atacar al Gobierno, allá dónde sea. 
Por mimetismo, lo que queda de Ciudadanos, que ha abandonado su centralidad, la que se echa de menos, actúa de una forma parecida, o más dura, por si acaso se fijan en sus militantes para buscarles un acomodo en las filas populares. Alguno se llevará un disgusto porque no solo han perdido la credibilidad del electorado, sino que la acogida no va a ser masiva, menos el reparto de sus esperados sillones, porque su presencia en listas no va a dar votos al PP, donde no son bien vistos tampoco por los pata negra. 
Sánchez ha trabajado bien en la crisis de Ceuta, con el apoyo de la Unión Europea, pese a que fuera a echar gasolina el dirigente de la ultraderecha, Santiago Abascal pero, la deslealtad del presidente popular, Pablo Casado ha quedado en evidencia, todo vale, incluso, reconociendo abiertamente que ya sabía este desenlace. Entretanto, seguimos con la confusión en esa guerra de competencias entra las administraciones central y autonómicas, hasta el punto que ahora son algunos ciudadanos los que podrán elegir la vacuna que se quieren inocular. O se recompone la política o esto quiebra.