Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


Valorando lo nuestro

07/12/2019

Muchas veces he manifestado una excelente opinión sobre dos de las mejores organizaciones de Soria: la Banda Municipal, por los buenos momentos que me ha proporcionado y la Biblioteca Pública, de la que soy fiel usuario, por la profesionalidad y amabilidad de sus funcionarios, además de ofrecer un cuidado y abundante fondo. Mi paso por el Ayuntamiento me permitió conocer el trabajo de la Policía Municipal y, aunque pueda haber excepciones, creo que hay que valorar positivamente la dedicación que emplean los agentes en su trabajo de garantizar, con riesgo personal, nuestra seguridad individual y colectiva. A las tres organizaciones, mi más profundo agradecimiento.
Como siempre he intentado ser ecuánime, criticando lo que he creído que era mejorable y aplaudiendo lo que sentía como destacable, hoy quiero añadir una valoración positiva a nuestra sanidad. Soy consciente que estoy cada vez más cerca de lo que todos queremos estar lejos, que estoy en la edad madura (en la que todavía soy joven, pero con mucho esfuerzo) en la que lo que me dicen cuando me van a contar algo «por mi bien», no suele ser agradable, en la que la experiencia me sirve para reconocer un error cuando lo vuelvo a cometer, que a veces me duelen partes del cuerpo que ni se su nombre y que, entre dos tentaciones, elijo la que me permite volver antes a casa, pero aún conservo rasgos de juventud: no tengo más alegría por el pasado que por el futuro, no desconfío de la juventud (aunque podría porque he sido joven) y sigo aprendiendo y adquiriendo nuevos hábitos. Estaba en un razonable equilibrio disfrutando de buena salud, durmiendo sin miedo y despertando sin angustia.
Pero la situación ha empezado a torcerse. Primero fue el menisco de la rodilla izquierda el que decidió que se iba a fracturar. Después, un mareo con pérdida de conocimiento obligó al 112 a trasladarme al Hospital Santa Bárbara donde quedé ingresado con una arritmia, de donde he salido con el pertinente tratamiento e instrucciones. A pesar de que ya me estaba cuidando (hace más de tres años que dejé de fumar), me espera una larga temporada de no comer todo lo que quiero (sin chocolate ni merengue no se vive, se sobrevive), dejar de beber lo que me gusta y hacer lo que no siempre me apetece hacer. Espero que pronto vuelva la situación a la normalidad anterior. En este proceso he podido apreciar la calidad de nuestra atención sanitaria. En un espacio reducido, como el de la ambulancia, me pareció admirable la profesionalidad con el que cada uno de los sanitarios hizo su labor, con rapidez y eficacia. Y lo mismo ocurrió en el box de urgencias: su actuación fue la de un equipo perfectamente  ensamblado, cada uno en su sitio, sin tropezarse y ejecutando su labor a la perfección. Otro tanto puedo decir de la planta de cardiología; en los tres lugares percibí una excelente profesionalidad, que genera tranquilidad y amabilidad, que propicia confianza.
Somos más dados a criticar que a alabar. La persona descontenta, con razón o sin ella, pregona su disgusto por todos lados, pero la mayoría de los usuarios de la sanidad, que salen contentos y satisfechos, son mucho más tímidos para comunicar públicamente su valoración positiva del trato recibido. Creo que es un error, creo que quien se guarda un elogio se queda con algo ajeno y que es de justicia criticar, cuando procede, y alabar, cuando se merece. Por esto, quiero manifestar mi agradecimiento a todos.