José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


De lobos y travertinos

13/02/2021

Definitivamente el conflicto entre el hombre y la naturaleza no es cosa fácil de administrar. La reciente diatriba sobre la caza del lobo ha puesto de nuevo en evidencia que cada cual va a lo suyo y que parecen más ecologistas las comunidades al sur del Duero, que sólo ven los lobos en los cuentos y en los documentales de Rodríguez de la Fuente, que las del norte que los tienen más cerca, sobre todo de su ganado. Si propusieran una votación al respecto de los chiringuitos de playa por el impacto ambiental que puedan tener en las costas no sería raro que las gentes del interior fueran más proclives a su supresión o limitación de espacios  que las del litoral que los disfrutan y explotan.
Mil veces se ha dicho, en docenas de foros, que lo que hay que hacer con la fauna silvestre es evitar su extinción pero compensar los daños que pueda causar. Pero soltar la panoja no es algo que agrade a las administraciones competentes, menos a la de Castilla y León que, dicho sea de paso, sufre una financiación deficiente que no tiene en cuenta su extensión y su dispersión demográfica. Tampoco parece que el argumento de los ecologistas de que los depredadores ayudan a limitar la población de especies en expansión como ciervos y, sobre todo, corzos, convenza, sobre todo a los cazadores, que se han adjudicado esta labor. Recordemos no obstante que hay una notable diferencia en el mecanismo regulatorio, el cazador busca los mejores trofeos y el lobo prefiere no cansarse más que lo imprescindible y se merienda a los más débiles. Selección de las especies. 
Volvamos al  contencioso  entre el presunto homo sapiens y la Madre Tierra que lo parió. Contemplo con cierto asombro, como evoluciona, perdón, involuciona, la cultura del respeto hacia los espacios naturales, sobre todo los más singulares y frágiles, a la vez que lamento haber promovido el conocimiento de algunos de ellos, como por ejemplo el Chorrón de Cabrejas del Pinar. Los travertinos por los que se despeña un asombroso surgimiento de agua en una ladera, conforman una escalonada serie de pequeñas bañeras, rematadas por musgo que conforma un hermoso espectáculo de piedra toba y agua. Tan bonito resulta que hay quien no se resiste a usar ese escenario como fondo de un autorretrato con el móvil, que ahora llaman selfie, pero pasando de travertino en travertino con el efecto que ustedes supondrán. De poco sirve explicar, a la aspirante a modelo, que está dañando una estructura que ha tardado miles de años en formarse. ¡Ay, lo siento!, dice la boba, no lo sabía, mientras eleva al paraíso de las redes su foto poniendo morritos que luego tantos y tantas imitarán. Estamos perdidos.