Carmen Hernández

Carmen Hernández

Periodista


En honor a la verdad

14/11/2020

Habrá que darle las gracias a Trump por haber provocado la mejor lección de Periodismo, con mayúscula, que recuerdo desde la retransmisión en directo del 23-F. Este mundo, saturado de bulos y rumores, contempló asombrado cómo las grandes cadenas de TV norteamericanas cortaban la transmisión del discurso postelectoral del poderoso presidente de los Estados Unidos porque lo que estaba diciendo... ¡era mentira! Mientras Trump acusaba a sus rivales demócratas de fraude en los comicios, los presentadores de la NBC, CBS y ABC, entre otras, interrumpían la conexión con la Casa Blanca porque «no hemos visto nada que constituya fraude o abuso del sistema» o «porque el presidente ha hecho una serie de afirmaciones falsas». Y es que el periodismo no consiste sólo en publicar lo que dicen unos y otros; consiste en contrastar dichas afirmaciones y difundirlas sólo si se comprueba su veracidad o bien sacarlas a la luz en boca de sus autores pero advirtiendo de que son mentiras. Una cosa es opinar y otra, muy distinta, engañar; y esto último atenta contra el Derecho a la Información de los ciudadanos recogido el el artículo 19 de la Constitución Española y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. La libertad de expresión protege el derecho a criticar, discutir, debatir, polemizar... pero no a tergiversar, manipular ni inventar la realidad. 
En España, los mismos que aplaudieron el procesamiento de Valtonic por una canción o de los titiriteros de Granada por una función de guiñol, invocan, ahora, la libertad de expresión ante la posibilidad de que la Ley se endurezca para los que mienten y calumnian.
«Las opiniones son libres pero los hechos son sagrados». Esta es una vieja máxima del periodismo comparable al juramento hipocrático de los médicos, por ejemplo. La escribió, en 1.921, Charles Prestwich Scott, editor y dueño de The Guardian.Sigue siendo imprescindible para la buena salud de cualquier democracia.