Carmen Hernández

Carmen Hernández

Periodista


'Sine die'

11/04/2020

Esto ha sido como la destrucción de Pompeya:  implacable y repentino; un río de lava imparable del que nadie puede escapar; una instantánea que a unos ha cogido limpios y arreglados a punto de salir y a otros –los más- en bragas si se me permite la expresión. Lo peor de esta foto es que siempre falta alguien más cada vez que la miras y sólo el buen juicio y el espíritu de supervivencia nos mantienen en pie con la vista puesta en un mañana calcadito al ayer por el que ahora sentimos tanta nostalgia. Conocer la verdad con toda su crudeza nos ha ayudado mucho a entender y a respetar el rigor del confinamiento pese al absurdo intento de dorar la píldora por parte de alguna institución.Y, ahora que las cifras nos dan un respiro, es el momento de analizar la nueva situación a la que nos enfrentamos: doblegar la maldita curva significa espaciar los contagios en el tiempo para que los hospitales no se colapsen y puedan atender bien a todo el mundo pero, por muy alentadores que sean los datos, el virus sigue en la calle y sólo hay dos maneras de parar sus efectos letales: infectarnos todos para volvernos inmunes o ponernos una vacuna que, de momento, no existe.Por tanto, o nos quedamos en casa hasta que la inventen –que lo harán- o volverán los contagios cada vez que se aflojen las medidas de aislamiento social. Conviene que nos vayamos haciendo a la idea de que no viviremos como antes en mucho tiempo, el tiempo que tardemos en inmunizar o vacunar a toda la Humanidad; porque aunque pudiéramos hacerlo en Europa por ejemplo, siempre podría volver el contagio del exterior y, por tanto, habría que cerrar la UE a cal y canto si eso llegara a ser posible.
Voy a citar a Isabel de Inglaterra –nunca pensé- en su reciente discurso a la nación: ‘We’ll meet again’, que es el título de una vieja canción de los años 40. «Nos volveremos a ver en un día soleado/ no sabemos dónde, no sabemos cuándo».