Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


El dilema (I)

27/01/2023

Ya se sabe que el primer objetivo de cualquier político es su propia popularidad, el conocimiento más que su reconocimiento social. Sin notoriedad, sin la fama, no necesariamente buena, quien aspira a vivir de la cosa pública siempre dependerá de la voluntad de otros, del que hace las listas o del que tiene potestad para los nombramientos. Alumno aventajado en la materia lo está siendo el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García Gallardo, quien en tan solo once meses ha pasado de ser totalmente desconocido a personaje del momento, a acaparar espacios privilegiados en todos los medios de comunicación, incluidas las televisiones nacionales. Es cierto que lo ha logrado a base de meterse en todos los charcos, de utilizar el insulto y la mala educación como medio y de enervar a amplias capas de la sociedad con propuestas que atentan contra el sentido común y el respeto a los demás. La última, ampliamente difundida, coartar la libertad de la mujer que decide abortar. Pero lo cierto es que hoy día este personaje está en boca de todas las tertulias y que su popularidad posiblemente sea superior a la del propio presidente de la Junta. No importa que en la mayoría de las ocasiones sea para criticar su comportamiento. Incluso el radiopredicador con su mismo sesgo ideológico, Federico Jiménez Losantos, que no oculta su alineamiento con Vox, le ha dedicado los mayores improperios. De García Gallardo ha dicho que es un «mendrugo fanático» y «un tío que cristaliza en adoquín».
Es lógico que el presidente Mañueco esté preocupado y uno se lo imagina deshojando la margarita de anticipar las elecciones para quitarse a esa mosca cojonera de encima. Porque es un sin vivir. Cuando Castilla y León era el «granero» de votos del PP, como repetían los presidentes Lucas y Herrera, el voto de la extrema derecha estaba cautivo, no tenía otro lugar. En las estrategias electorales era un voto descontado. Ahora Mañueco sabe que lograr una mayoría absoluta es una quimera y que en el mejor de los casos tendría que reeditar el pacto actual para mantenerse en el cargo. Y es que, como diría Mota, ir pa ná… ¿O sí?