Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Reino de León

26/11/2019

Recurramos al viejo y sabio refranero: «Éramos pocos y parió la abuela». Y apliquémoselo al flamante alcalde socialista de León, José Antonio Díez que no ha tenido mejor ocurrencia que dejar caer, insinuar, (claramente no lo ha dicho) que habría que contemplar la posible autonomía del antiguo Reino de León, actuales provincias de León, Zamora y Salamanca. ¿Por qué lo hecho? Tendríamos que preguntárselo a él porque el resto del personal no acaba ni de entenderlo ni de averiguar sus propósitos… si es que los tiene. El caso es que ha reabierto una polémica que parecía cerrada, aunque rebrote de vez en cuando… sobre todo si a alguien le da por buscar protagonismo personal y poner como excusa supuestos intereses locales, provinciales y hasta de la comunidad de vecinos. Y don José Antonio se ha lanzado a la piscina sin contar con nadie. Ni con su partido, ni con la oposición, ni con otras instituciones, ni con una ciudadanía que, cuando la llaman a las urnas, vota lo que vota, es decir respalda a partidos, entre ellos el del señor Díez, que no están por la labor de separar Castilla de León. Demasiados, y graves, problemas tenemos aquí (despoblación, envejecimiento, fuga obligada de jóvenes, desempleo) como para meternos en cuestiones identitarias, irredentismos y casi, casi vuelta al cantonalismo. Pues eso, que éramos pocos y parió la abuela. Además ¿ha contado el alcalde de León con lo que se piensa en Zamora y Salamanca, donde el leonesismo que él predica, aunque desde el PSOE, es menos que residual? Quizás lo suyo, la frase de marras, sea una simple ocurrencia, una chorradica, que dicen por Navarra, pero hace daño, especialmente porque pone el foco de la atención donde no tenía que estar. Si ahora volvemos a discutir cuántos y cuáles somos, malo. Nos preocuparemos mucho menos de asuntos donde se está ventilando el futuro de esta tierra. Y ahí sí que deberíamos de empujar todos en la misma dirección y no hacer cada uno la guerra por su cuenta. De lo contrario, nos perderemos en luchas intestinas que solo nos conducirían al desastre.