Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


El inquietante ¿superministro? Pablo Iglesias

25/05/2019

La semana registró una ciertamente irregular sesión inaugural de la Legislatura, que confío en que no sea un precedente de lo que será la vida parlamentaria durante los próximos cuatro años. Gran barullo en el inicio de esta nueva etapa política, que sirvió para difuminar el final de la una campaña electoral que ha sido bastante átona: ni siquiera las batallas de Madrid y Barcelona han logrado el suficiente protagonismo ante la que nos ha caído en los últimos días.

La mala planificación de los tiempos, que hizo casi coincidir las elecciones del pasado 28 de abril con las de este domingo, hizo que se superpusiesen esté pésimo comienzo de la andadura del poder Legislativo con la crisis surgida por el lanzamiento, entre el Tribunal Supremo y el Congreso, de la patata caliente que suponía la supresión de la condición de parlamentarios de los diputados secesionistas catalanes que aún permanecen en prisión provisional.

Así, la recta final de la campaña para las elecciones europeas, autonómicas y locales de este domingo quedó de hecho vacía de contenido y de interés: todos, los ciudadanos, los medios nacionales y los internacionales estaban pendientes del espectáculo dado por el conflicto de poderes, que tanto está desgastando a las instituciones y a la imagen exterior de España. Y todos pendientes también, claro, del fenómeno Pablo Iglesias, que tampoco está mal.

Si usted se da una vuelta por los cenáculos y mentideros políticos madrileños comprobará que no se habla de otra cosa que de Pablo Iglesias y de su futuro político que es, por supuesto, el de todos nosotros. De eso, y del atuendo con el que se presentará ante el Rey cuando el jefe del Estado inicie, que será de inmediato, sus consultas con los dirigentes de los partidos políticos con representación parlamentaria (excepto Esquerra Republicana, que parece que no acudirá a La Zarzuela para mostrar que no legitima la figura del Monarca).

Bueno, también es verdad que no faltará el morbo a la hora de conocer quién será el designado por Puigdemont para que acuda, en representación de Junts per Cat, a ver a Felipe VI: ¿el preso Jordi Sánchez, con su lazo amarillo incorporado? No creo que el Supremo le permita salir de la cárcel de Soto del Real, pero, en todo caso, ya digo que el morbo no falta.

Pero esto no será nada en comparación con el encuentro con el jefe del Estado del confeso republicano, aspirante a ocupar desde una vicepresidencia del Gobierno hasta varios ministerios, líder de Podemos. Los españoles estamos acostumbrados ya a los contrastes espectaculares, a las imágenes políticas rupturistas; aquí ha pasado, en los cuatro últimos años, casi de todo. Ningún otro país europeo registra tal riqueza cromática, vamos a decirlo así. Pero que una formación que parece que desciende en los favores del electorado aspire a ocupar cargos de gran responsabilidad en el Ejecutivo que sin duda presidirá Pedro Sánchez tampoco deja de ser una anomalía. ¿Es la coalición PSOE-Podemos, tenga este último la cuota de poder que tenga, lo mejor para España?

Sinceramente, no lo sé: siempre pensé que de esta crisis en la que estamos instalados saldríamos con una coalición de centro izquierda o, menos probable, de centro derecha. Pero siempre me negué a creer que se posibilitaría una coalición izquierda-más izquierda. Y que alguien que, como Pedro Sánchez, ha jurado servir a la actual Constitución (monárquica) acabase echándose en brazos de quien ha proclamado la ilegitimidad del Rey y las bondades de la causa republicana, proclamas a las que tiene perfecto derecho, pero que chocan formando parte del Gobierno del Reino de España, la verdad. Así que, qué quiere usted, la incógnita sobre la personalidad del/de la futuro/a alcalde/alcaldesa de las dos mayores ciudades españolas, o quién presidirá las Comunidades de Madrid o de Castilla y León, por ejemplo, adquiere carácter casi secundario. Excepto, claro, el poder territorial que, merced a los acuerdos propiciados por una normativa electoral inadecuada, también pueda adquirir Podemos, pese al retroceso que le pronosticaban algunas encuestas, para lo que valgan.

Carezco, lo confieso, de información directa -creo que ni el propio Pablo Iglesias está seguro de lo que vaya a ser de él y de su porvenir en la vida política española-, pero leo especulaciones, quizá bien fundadas, sobre las aspiraciones del peculiar líder morado: que si quiere ser vicepresidente, que si se conforma con un Ministerio como Hacienda, Fomento o Trabajo... Uno de los más agudos cartoonists de España, Tomás Serrano, dibujó ayer en El Español a Iglesias como el genio de la lámpara, diciéndole a Aladino/Sánchez: "Te concedo el Gobierno, pero no te confundas, no soy un genio, soy el ministro de Trabajo".

Creo que Iglesias ha aprendido poco desde sus errores de enero de 2016, cuando, tras salir de su audiencia con el Rey -camisa blanca sin chaqueta y una especie de vaqueros-, compareció ante los chicos de la prensa para anunciarles que se conformaba con la vicepresidencia, varios ministerios, los servicios secretos, Televisión Española... y que otorgaba a Pedro Sánchez, "como una sonrisa del destino", la posibilidad de ser presidente.

Ahora, olvidando que el sentido común es el menos común de los sentidos, dice que ve "de sentido común" entrar en el Gobierno de junio 2019 como ministro. Aunque sea de Marina, como dijo Companys, el pre-secesionista catalán que, supremo dislate, por designación de Azaña dirigió la Armada española durante tres meses... antes de ser confinado en un buque-prisión en el puerto de Barcelona. A ver si se creía usted que esta de ahora es la única era de política surrealista en la Historia de este país nuestro.