Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


La lista de reyes godos

13/11/2020

Hace unos días observé con cierto divertimento, lo confieso sin pudor y sin remordimiento, a un ciudadano que estaba sacando el ticket de la zona azul. Le vi de lejos trasteando con la máquina y justo cuando llegué a su altura, echó un juramento y salió corriendo hacia el espacio en el que había aparcado su coche. No se sabía su matrícula. No es la primera vez que he sido testigo de una experiencia de este tipo. Al menos lo he visto en otras dos ocasiones. Vivimos en la era de la desmemoria. Ya nadie se aprende nada de memoria y menos si son cifras, porque parece que los números nos dan grima o nos producen urticaria. Para eso tenemos nuestros teléfonos con una memoria con muchos más gigas que la de nuestro cerebro. Móviles que incorporan unas interminables agendas que logran que no me sepa ni el teléfono de mis hijos. Si un día pierdo mi móvil, me quedo incomunicada. Solo recuerdo los fijos de mi infancia. Esa memoria infantil que como a Machado, esos días azules y ese sol de la infancia, nos brota salvaje en nuestros bolsillos. Solo me sé las fechas de los cumpleaños que aprendí en mi niñez y las dos que yo misma he parido, las de mis hijos. No me he aprendido los cumpleaños de los amigos y amigas que la vida me ha ido regalando después del nacimiento de internet y de las redes sociales, esas redes que te chivan cada mañana, puntualmente, a quiénes tienes que felicitar e incluso cuántos años cumplen. Si te descuidas, hasta te sugieren el regalo idóneo que puedes hacerles en función de su perfil y así no tienes que hacer memoria ni de lo que les gusta ni de lo que odian para acertar de lleno.
Ejercitamos tan poco la memoria que hasta apuntamos las contraseñas de móviles, tarjetas de crédito, de correos electrónicos, de cuentas bancarias on line y lo que haga falta en un papelito o en el propio móvil con el riesgo que eso conlleva, ya nos lo dice la policía en sus charlas de prevención de delitos cibernéticos: no apunten nada. Pero nos apuntamos todo, no solo las contraseñas: la lista de la compra, la hora del dentista, el pin del móvil y si nos descuidamos, hasta el DNI. Todavía no conozco a nadie que no haya memorizado su documento de identidad, pero tiempo al tiempo. Somos la generación de los perezosos desmemoriados, esclavos de las nuevas tecnologías a las que cedemos nuestra memoria antes que esforzarnos en ejercitar las neuronas. Hemos pasado de tener que memorizar la lista de los reyes godos a no memorizar absolutamente nada. Así que el día que nos fallan los unos y los ceros porque nos ciberatacan o simplemente porque todo falla en la vida, (hasta nuestra memoria); el mundo se nos cae encima. Curiosamente, cuando llega el día del Alzheimer, hacemos un alegato de la memoria como ese regalo maravilloso que la anatomía nos ha regalado.