Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


El mejor invento de la vida

29/04/2022

Una de las personas más mayores de España es de Soria. Acaba de cumplir 108 años, se llama Tomasa Ayuso y vive en Guijosa, la misma localidad que la vio nacer en 1914.  Desde hace algunos años vive con sus sobrinos. Camina con un andador. Habla con sus vecinos y juega a las cartas con sus amigas. Siempre me han llamado la atención los nonagenarios y centenarios. Son como un milagro de la naturaleza. Los observamos con una ternura muy parecida a la que dedicamos a nuestros bebés. Es como si esa ternura fuera el broche que cierra el círculo que une el principio y el fin de la vida. Hay algunas excepciones, como parece que lo es Tomasa a quien no tengo el gusto de conocer personalmente; pero la mayoría de estos ancianos no son capaces de disfrutar de su longevidad, porque sus facultades no les acompañan. Ahora mismo, a medio camino de mi centenario, confieso que no me gustaría ser una viejita de 108 años. Cuando decimos que hemos conseguido alargar la vida, no es cierto. Lo que hemos alargado es la vejez. Los biólogos dicen que la longevidad en la Edad de Piedra era la misma que actualmente. Explican que lo que ha cambiado es la esperanza de vida, porque ahora la mortalidad infantil es muy baja. Digan lo que digan los expertos, llegar a los cien años es un logro reservado para una minoría. Puestos a pedir y a ejercer de visionarios, sería interesante que el ser humano lograse  prolongar la juventud en vez de alargar la vejez. La inmortalidad, la eterna juventud, son las metas que el ser humano se ha marcado desde tiempos inmemoriales. Y aunque con las cirugías y tratamientos engañan al ojo aparentando cuerpos más jóvenes, de momento, la única manera de ser inmortales es seguir vivos en la memoria de los que nos sobreviven. O llamarte Gabriel García Márquez y superar esa inmortalidad precisamente con cien años, pero de soledad. Los cuerpos se mantienen por fuera con esas técnicas, pero de momento no hay bisturí que «quite las arrugas» al corazón, al cerebro, al páncreas o los pulmones. Aprender a envejecer es un arte. Aprender a pasar delante de un espejo sin retirar la mirada, también es un arte.
Nos da miedo el deterioro y nos da miedo la muerte. Siempre me ha llamado la atención que aunque la única verdad del ser humano es que hemos nacido para morir, nos asuste tanto. No queremos pensar en ella e incluso cuando somos jóvenes nos parece que es algo que les va a ocurrir a los viejos. Rememoro el mítico discurso de Steve Jobs en el que dijo que «la muerte es el mejor invento de la vida». De vez en cuando, vuelvo a escucharlo porque es un buen recordatorio para las lagunas que nos provoca el día a día haciendo de nosotros seres ingratos e infelices. Jobs, con esa frase, explica la temporalidad de nuestras vidas animando a disfrutar de lo que hacemos. Sea lo que sea. Nuestro tiempo tiene un límite; aunque sea de más de 100 años.