José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Soria ¿pura?

26/03/2023

Reconozco que, los fumadores, son un colectivo perseguido por la ley, que ha limitado, casi, a guetos marginales y los domicilios propios el disfrute del ascua frente a la nariz y del humo que relaja después de darse una vuelta por la garganta y los pulmones. Hubo un tiempo en el que fumar daba una cierta impostura a quienes lo hacían. Nos hacía mayores a los barbilampiños adolescentes e incluso resultaba sexi cuando una diva de Hollywood expulsaba el humo lentamente en la pantalla. Pero hemos llegado a ese punto en el que sólo se permite fumar porque el tabaco es una fuente de impuestos muy interesante para los gobiernos y por eso, aunque se denoste, se autoriza como el consumo de alcohol o el juego y apuestas. Por ejemplo.
El caso es que los inconvenientes que genera el descubrimiento que los españoles trajimos a Europa y los portugueses extendieron por Asia, están lejos de su uso inicial. En aquel entonces y hasta mucho tiempo después era una hierba terapéutica y relajante. Pero los tiempos cambian que es una barbaridad y aprovechando que tenemos elecciones municipales en un par de meses voy a aprovechar la perorata anterior para proponerles que echen un ojo al suelo de nuestros pueblos y ciudades y saquen conclusiones de que objetos, desperdicios y otras morrallas hacen que no tengan el aspecto impoluto que a la mayoría nos gustaría.
Seguramente encontrarán algunos papeles, bolsas de plástico de toda esa basurilla alimentaria sobrecargada de saborizantes que gusta tanto a esos adolescentes que ignoran las papeleras, palabra que no les enseñan en casa ni en el cole y también alguna que otra mierda de perro. No muchas es cierto pero, eso sí, todas las meadas de mascotas que ilustran las aceras y que huelen a lo que son, sobre todo en verano sin que a nadie, o a la mayoría para ser precisos se le ocurra que deberían, igual que recogen las heces, echar un poquito de agua en la orina para minimizar el impacto que producen en el paisaje urbano.
Con todo, la mayor parte de los restos que jalonan nuestras calles y aceras son colillas de cigarro. El fumador y fumadora, impoluto en su casa, arroja la colilla con clase y estilo a donde mejor le cuadra y, en el mejor de los casos al alcorque del árbol más cercano, convencido de que se trata de un cenicero destinado a este uso.A las puertas de unas municipales agradecería que algún candidato hiciera propuestas al respecto. Si les cuesta pen sar, situación bastante probable, que recurran a las soluciones adoptadas por otros ayuntamientos. Si hay suerte, no seremos los últimos en aplicar medidas. Soria no es una ciudad sucia, pero dista mucho de 'pura' como dice su escudo.