Iván Juarez

CARTA DEL DIRECTOR

Iván Juarez


Amnesia colectiva

09/05/2020

Es inevitable, ahora que los más optimistas empiezan ver la luz al final del túnel (a tenor del comportamiento de algunos parece como que nada hubiera pasado), mirar al futuro animados por ese término que será de los más buscados del año en Google pero que ni tan siquiera contempla la RAE como  es desescalada. Hemos vivido, y seguimos en lucha, no lancemos las campanas al vuelo, un paréntesis vital que ha interrumpido nuestra actividad cotidiana, confinados como hemos estado. De alguna manera, como de un mal sueño, será necesario tras un impass traumático volver donde lo dejamos, aunque solo sea para reorientar los objetivos que teníamos entonces y que, de alguna manera, se han visto en el mejor de los casos interrumpidos. Llega la hora, con permiso de la pandemia, de emprender el camino de regreso y ajustar cuentas con aquello que dejamos pendiente.
La incertidumbre se cierne sobre los tiempos venideros cuando aún el virus y sus estragos siguen presentes. Es una incógnita saber cómo cogeremos el testigo de un abril secuestrado. Será el tiempo de las ausencias, del vacío que dejan las personas, en residencias, domicilios, la de los negocios y comercios que no volverán a levantar la persiana. Será el momento de la oportuna procrastinación de aquellos proyectos que dormían el sueño de los justos y no terminaban en materializarse. Será el tiempo de la crisis que ya se venía vaticinando antes del dichoso Covid pero elevada al cuadrado. 
Poco se habla del relato de la crisis. Lo que va a quedar para el futuro. Cuentan que en China existe un ejercicio de amnesia colectiva impulsado por el régimen para aplacar las versiones que contradicen a la oficial. Imaginen. Aquí somos más de dar la vuelta a la realidad y adaptarla a nuestras apetencias. De todo se aprende y hay que sacar el lado positivo de los peores momentos, pero no hay que forzar las cosas. Desde esa conexión entre balcones por osmosis, convertidos en el nuevo muro de Facebook, siempre hay quien añade que de esta saldremos mejores. Desde la denostada equidistancia afirmo que ni antes éramos tan malos, como nos pretenden hacer creer, ni pasado esto seremos tan buenos. 
A grandes expectativas, grandes decepciones; y las segundas las hemos visto en esas personas que han salido en tromba a la primera de cambio sin respetar las recomendaciones sanitarias. Corrillos de vecinos que confunden paseo con ocupación de la vía pública, pequeños, mayores y ‘runners’ danzando fuera de su franja horaria, jóvenes botelloneros… Hemos vivido tiempos tan intensos como anestésicos: la enfermedad se ha vivido a puerta cerrada, vetada a los medios de comunicación, la rápida propagación del virus ha sido directamente proporcional al afán por ocultar sus consecuencias; se ha cambiado el calor de los funerales y el dolor compartido por la despedida clandestina y, salvo los que lo han sufrido en primera persona, el resto hemos transformado el duelo necesario en una fiesta exhibicionista de pan casero y bizcocho de chocolate para matar el tiempo durante el confinamiento y alimentar nuesttro exhibicionismo febril. Hemos reducido a un homenaje pasajero a las ocho de la tarde el episodio más doloroso de nuestra historia reciente. En este ejercicio amnésico es importante que los homenajes vacíos y las versiones machaconas del ‘Resistiré’, las anécdotas, no monopolicen el relato. Y, por favor, no contribuyan al temido rebrote. A ver si de una vez por todas, antes de cambiar el mundo, podemos regresar a la vieja normalidad.