Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Fort Apache

03/03/2023

Han pasado los meses y todavía resulta difícil comprender la equidistancia política hacia el agredido, incluso por criterios de realismo político. Es lógico desear la paz, pero cuando a uno le invaden y te quitan todo, no es fácil asimilar la falta de empatía ante ese dolor. Ningún político occidental desea la guerra, pero es infantil creer que en la vida basta con desear que no se produzca el mal. Alemania ha disfrutado de una factura energética barata a costa de la soberanía de sus vecinos.

La atracción por el despliegue de fuerza y la contundencia de la acción excitan a los extremos ideológicos porque en ese caldo de cultivo se entienden. Como en las peleas de bar de las películas de John Ford con su retahíla de mamporros que nunca dejaban huella, mientras que en la cruda realidad la marca de la zapatilla de tu madre quedaba impresa unos minutillos en la piel.

Hasta hace poco, pensaba que la vida era cruel para los africanos, sudamericanos y asiáticos, pero no para los blancos y los esforzados chinos. La antigua Yugoslavia nos demostró que se trata de un tópico racista y los habitantes de Hong Kong nos confirman que nuestra ignorancia es mayor de lo que creemos.

La paz no se construye porque uno no quiera pelear, sino porque ambos actores renuncian a la fuerza para alcanzar un fin. Durante un periodo extraordinariamente largo hemos vivido una paz global engañosa. El mérito lo tienen las armas nucleares porque nadie en su sano juicio quería conocer sus efectos. El drama es que su poder disuasorio ha desaparecido, ya que se piensa que ningún gobierno está dispuesto a usarlas.

En otras palabras, que el recurso a la violencia de toda la vida vuelve a ser creíble, factible y aplicable. El siglo XXI tiene múltiples ejemplos de ello. A la Unión Europea y a la izquierda progresista este hecho empírico les repugna intelectualmente, pero no han aportado hasta la fecha un modelo alternativo viable salvo la sumisión.

Cambiar el paso a un modelo defensivo fuerte no es fácil, ni barato y requiere tiempo. Las sociedades envejecidas rechazan políticas que no sean cautivas de sus intereses, pero la libertad no deberíamos darla por garantizada. Nuestros principios son cada vez menores. En Occidente serán cada vez mayores las voces que prefieran evitar una derrota contundente de Rusia a una victoria clara de Ucrania.

ARCHIVADO EN: Política, Alemania, John Ford