Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Raquel

10/06/2021

Es un símbolo perfecto de un tiempo nuevo. Raquel Martín. El domingo pasado, la novillera salmantina, salió por la puerta grande de la Plaza de Arles, en Francia. Deslumbró a los espectadores con la mano izquierda. Hoy y mañana, con esas mismas manos, completará las preguntas de la EBAU. Pupila de la escuela taurina de Salamanca, constituye una de las grandes esperanzas de los aficionados, una sorpresa gratísima en el mundo del toro y el símbolo de un tiempo nuevo «postpandemia».
Y todo ello en el comienzo de la temporada del 2021, la de la esperanza, tras un año en que han quebrado ganaderías y se ha arruinado un sector que alimenta a más de 50.000 trabajadores y, sobre todo, representa todo un universo cultural para millones de personas que entienden este espectáculo como una forma de interpretar el sentido de la existencia.
El circuito de novilladas de Castilla y León, ya en su segunda edición desde hace unos días, evidencia la necesidad de que tras la pandemia, los toros se reanuden y recuperen el encuentro con los aficionados. Va a ser complicado restañar las cicatrices que la cornada de la Covid deja sobre la piel de toro, pero se trata de un arte milenario que ha sido capaz de resistir a crisis intensas.
Dicen quienes vieron la lidia del segundo eral de Raquel que la magia que se desprendió de su muleta oferta aromas promisorios de una carrera que, de ultimarse, podría ser de categoría. Aún no ha decidido qué Grado quiere cursar en la Universidad, pero sí que en la otra, la de los cosos, quiere licenciarse. El vuelo del Ave Fénix del mundo de los toros, la cultura más controvertida y menos comprendida de Occidente, la seña de identidad que hace de España un pueblo clásico y eterno por mucho que los de la «dui» enreden en  buscarnos la ruina: se van a ir «De Grana y Oro», que diría mi amigo Santoyo.