Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


¿Vocación de servicio?

11/08/2019

Estoy cabreado con la actuación de algunos ayuntamientos. La mayoría están subiendo el salario de los alcaldes y de los concejales (supongo que para que no protesten). Intentan justificar lo injustificable argumentando que el aumento es necesario como estímulo para realizar un trabajo de más calidad y esto se lo cuentan a los trabajadores que no pueden elegir su sueldo y que perciben salarios que no les alejan de la pobreza. No digo que en todos los casos sea una vergüenza, pero algunas subidas, como la del alcalde de Pilar de la Horadada (Alicante) del 160% me parece bochornosa. Y también me parecen exageradas las de los alcaldes de Sevilla (30%), Castellón de la Plana (40%) y Málaga (23%)  por citar las más importantes. Y la factura municipal aumenta considerablemente si contamos el aumento de asesores y altos cargos de nueva creación.
Estas subidas han sido las primeras medidas que se han tomado, a veces en plenos de pocos minutos. La confección de mayorías para formar gobierno ha sido, generalmente, más dificultosa y ha llevado más tiempo; en el Congreso de los Diputados no ha habido acuerdo para formar Gobierno, pero para subirse el sueldo lo han logrado sin problemas. Estas actuaciones indignan al ciudadano que madruga y se esfuerza día a día para ganar un salario que no se acerca ni de lejos a los de los políticos que ahora desean ganar aún más. ¿Todavía alguien se extraña que el segundo problema de España, según las encuestas, sean los políticos? ¿Alguien duda de dónde proviene el descrédito de la política?
¿Se gana el sueldo los políticos? No cabe duda (si hablamos de los altos cargos, que hay muchos alcaldes de localidades pequeñas que no cobran) que llegan muy desahogados a fin de mes. Para muchos ciudadanos, los políticos sólo pretenden vivir bien (Miguel Delibes: «Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad»). Un diputado del Congreso cobra alrededor de 3.000 euros brutos mensuales a los que hay que añadir lo que percibe por asistencia a comisiones y 1.823 euros más si han sido elegidos en una provincia distinta de Madrid –lo cobran sin remordimiento los que tienen casa en la capital y viven en ella-; además reciben gratuitamente medios informáticos y un bono para pago de taxis. A lo anterior hay que añadir dietas (no tributan a hacienda), gastos de representación y otras ventajas (pensión máxima sin cotizar 35 años como todos, les basta con 7).
España es uno de los tres países que paga pensiones vitalicias a los expresidentes (75.000 euros y otros privilegios); los exministros cobran durante dos años al cesar en el cargo. También tienen reconocida pensión vitalicia los expresidentes catalanes, extremeños y vascos. Y no hablemos de las puertas giratorias. Creo que nos iría mejor si las personas desempeñaran cargos públicos durante un tiempo determinado (no más de dos legislaturas) y después volvieran a su trabajo y vida anterior a vivir bajo las leyes y decretos que aprobaron.
En política conviven personas que no cobran ni un euro por su trabajo con otras que no merecerían ni un euro por lo poco que trabajan o por la ineficacia con que operan. Muchos de los que plantean un aumento de sueldo no dan la sensación de que pudieran alcanzar uno parecido fuera de la política en función de su formación o valía profesional. Un político honrado no se hará millonario con su nómina, pero tampoco debería quejarse.