Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Prejubilaciones

20/06/2019

Mientras la sociedad, entretenida en el politiqueo, mira el dedo y no a la luna, el Banco de Santander prescinde de al menos 3223 empleados y el Banco de España, por boca de su gobernador, lo critica. Se acaba la vida laboral plena de empleados a partir de 50 años en una sociedad cuya esperanza de vida supera los 85. La solución del banco cántabro parece la única posible, a tenor de la coyuntura, a decir de los sindicatos y de la empresa, ambos firmantes. Pero ésto no resta dramatismo a lo ocurrido. 
O bien, podemos verlo de otro modo: las sociedades son dinámicas y, por lo tanto, llevan el cambio en donde sitúan los petulantes la médula, en el “adn”. Lo malo es que el cambio es asimétrico, porque las nuestras son economías donde hay quien- pase lo que pase-tiene el cocido garantizado por el erario mientras que el de otros se bambolea al socaire del viento de la historia. 
Es un drama que un tipo a los 50 años tenga que marginarse, se mire como se mire, por mucho que le paguen seis anualidades y coticen por él hasta que papá estado lo albergue en su seno pensionable al otro lado de la Estigia. Como lo es que decenas de localidades, también en Castilla y León, se queden sin su oficina bancaria, al punto que instituciones como la Junta de Galicia van a financiar el coste de los cajeros. 
Puñetas, ya sé que es un problema difícil, un fallo multiorgánico de las economías financieras. Pero hay una cosa que podemos hacer y no hacemos, moraleja única de esta reflexión mía: ¿podría haber un gran debate nacional, multibanda, desde la asepsia de la razón, lejos del populismo de baratillo y del cortoplacismo miope? Hay muchos sectores gripados, y no sólo el financiero, pero el peor colapso es el de la capacidad de pensar y debatir, atrofiada por tanto pollo (pera) y tan poco arroz.