Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Valientes

10/09/2020

La pandemia de la Covid es una crisis y en la medida ésta acarrea cambio, representa una oportunidad. El progreso no es lo contrario del retroceso sino de la pasividad. Amazon intensifica sus contracciones de personal en todo el mundo, Starbucks cierra cafeterías y las sustituye por servicio personalizado a domicilio y grandes aseguradoras americanas estudian cómo recompensar a sus clientes por el menor gasto en asistencia ante la reducción de intervenciones durante los confinamientos.

No hay que irse tan lejos. Leo en Diario de Burgos que de la mano de la Fundación Lesmes se han puesto en funcionamiento durante la crisis sanitaria 21 nuevos pequeños negocios: humildes academias, sencillas peluquerías, albergues. “Mamá Savarin” es el homenaje a la repostería materna que dos emprendedoras han puesto en marcha en cuanto el confinamiento se lo ha permitido. Y muchas más.

El emprendimiento deviene de la confianza, cuya materia prima es el optimismo. Es difícil considerarlo cuando más aprieta la tormenta, ahora que vemos nuestras ciudades afeadas de costurones, tantos y tantos locales cerrados que dejan en nosotros el ánimo muy tocado (qué poco se debate en España qué hacer con el rentista inflexible y qué bien haríamos en poder regularlo).

Los presagios más certeros de cómo va a acabar esto los tenemos en la historia. Una tras otras, las grandes crisis mundiales se han sustanciado en cambios muy relevantes de resultas de los cuales la gente ha conseguido más eficiencia y mejores niveles de vida. Sólo pensar en ello tiene que darnos ánimo en medio de tanta pesadumbre como nos invade. Y sólo considerar la determinación con la que tantos y tantos emprendedores arrancan cada mañana con el porvenir por bandera nos inhabilita para el lamento vacuo.