Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Dos o tres segundos de ternura

04/10/2019

Les confieso, estoy tan harta como ustedes, o más, de la situación política de este país. Harta es un adjetivo que se queda muy corto, pero no quiero extenderme sobre el tema, no es de lo que quería hablarles, aunque no puedo evitar hacerles partícipes de un detalle significativo. Esta misma mañana me he sorprendido hablándole a la radio, contestando como si pudiera oírme a uno de los candidatos a la Presidencia del Gobierno, y mis palabras no eran bonitas, se lo aseguro. En ese momento he pensado que lo mejor era no escuchar más, he apagado la radio y he cambiado de tarea. Eso haré de aquí al 10 de noviembre. Me niego en rotundo a perder un solo minuto ni una sola neurona en este quilombo, como dicen los argentinos, porque creo que hay temas mucho más interesantes e importantes: desde cuál es el mejor método para que los cristales queden limpios a pensar por dónde entran las moscas en casa, a estas alturas del año. La teoría de los agujeros negros también es uno de mis pensamientos favoritos, junto con el de la técnica para lograr las croquetas perfectas.
Aun a riesgo de parecer pueril, cualquier cosa me interesa más que esta precampaña jalonada de informaciones de las que seriamente dudo, como toda la liada de la ‘violencia’ en Cataluña. La situación catalana es la gran ‘patata caliente’ de la actualidad de este país y está detrás de muchas de las decisiones absurdas que los partidos están tomando, incluida la repetición electoral. Pero como ellos mismos la han liado, con su pan se lo coman. 
Como soy muy aficionada a la radio, el dial echa humo estos días hasta que encuentro algo que capte mi atención. Y uno de esos momentos fue una entrevista a la escritora rusa Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de Literatura en 2015. Después de escribir sobre la tragedia de Chernóbil, sobre la guerra, la miseria y la muerte que ha dominado Rusia en las últimas décadas ahora escribe un libro sobre el amor, un argumento que une a los hombres y a las mujeres y del que no se habla a no ser mostrando un ideal romántico que no existe. 
Asegura la autora que el mundo se divide entre los que han amado y los que no, y que precisamente esa condición es la que está presente cuando se le pregunta por su vida a cualquier persona. También cree que el amor es la única fuerza capaz de refrenar la ira. Me resultaron curiosas sus reflexiones, como la de que el idioma ruso no tiene un vocabulario para expresar el amor y lo comparaba a cuando se le pregunta a un niño por cómo lo hicieron sus padres: «Pues un día se besaron y así nací yo». Si hasta el idioma marca hasta qué punto puede expresarse la complejidad amorosa, quizá algunos pueblos le den la importancia que realmente tiene. Y resulta que el castellano es tremendamente prolijo en expresiones referidas al amor y todas suenan hermosas, aún más al oído ruso. 
Les propongo que dediquen un pensamiento al amor, unos segundos de ternura, a lo que realmente importa. ( ). Ya pueden volver al 10N, a la exhumación de Franco, al cambio climático, al Brexit o a Trump. Me alegra haberles facilitado una excusa para recordarles su condición humana.