Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Boticarios

03/10/2019

"Esta farmacia la heredé de mi padre, ¿sabe usted?, pero dudo que nadie pueda heredarla porque en el pueblo no va a quedar nadie para ser atendido, que a este paso no sé si en diez años podremos contarlo, que ni a eso llegamos, a la vista de cómo está la cosa. Peor que nunca, oiga, peor que nunca”
“Que sí, que trabajar si trabaja gente en el pueblo, pero viven en la capital, que van y vienen, que aquí, lo que es vivir, la cuarta parte que hace veinte años, que ahora vienen por la mañana, echan las horas y se van: los empleados de la Caja viven en la capital, los maestros y las maestras, en la capital, los del ayuntamiento, muchos de ellos en la capital, y los de la oficina del registro y de la notaría, que vienen por la mañana y a las dos y media están marchando, ya me contarán a quien le vendo yo en la botica”.
“Y eso que hay muchas personas mayores, que mal que bien con las cartillas vamos tirando, pero vamos, que lo de antes, ¿sabe usted? ni pensarlo, que claro cuando hay chiquillos o familias se venden cosas que a los cuatro viejos que quedan ya no les hacen falta, que con la receta van y tiran, o van a la capital al médico y se traen la caja de pastillas comprada, que ya que van, ¿sabe usted?”.
“Y todo el dia de guardia, que nos conocemos todos y que a cualquier hora te llaman y a abrir la botica, que esto no es como lo de la PAC, que antes cuando no había de eso la gente vivía aquí en el pueblo y labraba la tierra, pero ahora que con una sóla máquina de trabajas cuatro veces más tierras, se han comprao piso en la capital y claro, el buen dinero que se llevan de la subvención para allá se queda, que esos vienen, trabajan los campos y se marchan y el gasto aquí no lo hacen que no les vendemos una aspirina”.
“Las boticas van a desaparece de los pueblos ¿sabe usted?”. Y según me lo cuenta se va yendo, parsimonia al caminar, como si no quisiera llegar a ningún sitio antes sabedor de que el final ni es deseado ni deseable”.