Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


El virus del engaño

10/04/2020

A un subinspector de policía se le ha abierto un expediente informativo por la difusión de un bulo en su cuenta de Twitter. Nada nuevo en esta guerra de la desinformación que tantos sinvergüenzas quieren ganar, respondiendo no se sabe si a intereses privados, a la satisfacción demente del ego o a un sentido grave de inquina política. El mensaje del policía mostraba supuesto material sanitario desviado hacia otro país desde España, en lugar de ser destinado a cubrir las necesidades del personal de nuestros hospitales. La carga fotografiada resultó ser un montón de palés con folios.
La difusión de bulos pone de manifiesto la maldad de quien los crea y, más preocupante aún, la maledicencia o la ignorancia de quien los propaga, de quienes se prestan a servir de altavoces de la mentira. El confinamiento ha provocado el crecimiento exponencial de los mensajes a través de las redes sociales. La naturaleza humana hace que cada cual acepte como verdadero aquello que desea leer o escuchar. Solo las mentes más críticas anteponen la duda razonable y necesaria a lo que le piden sus propias vísceras. Porque ni siquiera cabe hablar de intereses económicos en la mayoría de los casos, lo cual podría servir como explicación aunque nunca como justificación o excusa. Recomendaba estos días el filósofo Emilio Lledó que los ciudadanos debemos ser capaces de plantearnos las preguntas propias de una mente libre: quién nos dice la verdad, quién nos engaña, quién quiere manipularnos. 
Naturalmente no cabe tampoco estigmatizar el gran logro de la Humanidad en este siglo: la comunicación sin barreras. Ningún delito tiene ya la garantía de permanecer eternamente oculto. Consecuentemente, estamos ante el mejor instrumento en la lucha contra los abusos del poder.
Es fácil pensar que el corolario a lo expuesto ha de ser la ley. Pero solo parcialmente. La ley es un perro cansino que va siempre por detrás del delito. El virus del engaño solo se combate con al antídoto de la cultura. Auscultemos siempre el mensaje: Quién dice qué y por qué o para qué. Y no nos quedemos nunca, nunca, con una sola versión. Tampoco con la de este artículo.