Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


A la calle sin red

22/06/2020

Mientras que el director general de la OMS, Tedros Ghebreyesus, advierte de que la pandemia se está acelerando, en España se ha comenzado a permitir el libre albredrio de los ciudadanos, sin ninguna limitación, al concluir el último período de estado de alarma. Se mantiene una gran incertidumbre, con la mirada puesta en Alemania o Pekín, o sin ir más lejos en algunas ciudades españolas donde las citas sociales o reuniones familiares y de amigos están arrojando contagios comunitarios, con entre 20 y 40 infectados por cada portador del virus, cifra que se puede multiplicar por tres o por cuatro, en cuestión de días. 
Ahora ya se sale a la calle sin red, parar la pandemia se ha convertido en una cuestión personal que depende del comportamiento de cada uno, si guarda las medidas de protección, mantiene distancias o usa mascarilla, aparte de evitar grandes concentraciones y de respetar a quien tenga enfrente. Por lo que se ve en algunos puntos de España no se mantiene esta tónica, confiemos en no volver atrás a una situación que se haría insostenible desde el punto de vista económico y sanitario, aunque ahora haya más conocimiento y medios, y muchos casos no estén precisando hospitalización. 
Es un punto de inflexión donde, además, el control lo adoptan las diferentes regiones que son las que han elaborando los planes de medidas. Es la hora también de ver cómo gestionan el asunto cuando, hasta el momento, las han querido hacer aparecer en el punto más alto, si la cifra de afectados y fallecidos era, o escondidas y repartiendo la responsabilidad hacia arriba, al Gobierno central, cuando venían mal dadas. 
Esta es una de las enseñanzas que podemos lamentar en este momento en que se abre un nuevo horizonte, al que hay que acercarse con prudencia, de cómo se ha politizado la mayor crisis sanitaria de los últimos cien años y cómo da vergüenza ajena seguir los debates parlamentarios y los plenos de control del Gobierno. Lo peor es que, salvo pactos puntuales entre partidos, restringidos a alguna autonomía, la reconstrucción parece que hay que hacerla como el mismo ambiente enrarecido, hasta el punto de que los empresarios reclaman un consenso que no llega, ni siquiera para apoyar las ayudas que podría recibir España de la UE. Aquí hay quien aplica sin escrúpulos el cuanto peor mejor. 
Lo malo es que esa crispación ha sido convenientemente infiltrada en algunos sectores de la población perjudicando a la convivencia y enfrentando a abanderados y a gentes que entienden que la enseña de su país no es para hacer utilización partidista. Cuando se repase todo esto va a ser un escándalo la manipulación que ha existido, también de los errores que se pueden haber cometido, incluso hablarán los tribunales que, de momento, han archivado el caso que se empleaba como icono de la gestión del Gobierno socialista, la autorización de la manifestación del 8-M en Madrid. 
El poder vuelve al individuo, tanto en lo que le corresponde en adoptar medidas sanitarias como en ponerse a trabajar en la necesaria recuperación económica, cada uno desde su responsabilidad, dejando atrás soflamas políticas a pesar de que tengamos en marcha varias campañas electorales, cada uno debe meditarlo siempre que no entienda que hay que avanzar por el camino más sencillo, dejarse llevar por el populismo y actuar de forma egoísta.