Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Esgrima

28/03/2019

El parlamentarismo es una mixtura de espectáculo y gestión dialéctica de los recursos públicos cuya herramienta es la palabra y cuya mecánica es la añagaza y el ardid. El parlamentarismo es un clásico de la España de gobiernos efímeros de finales del XIX y principios del XX; un ejercicio declamatorio, prosopopéyico e impostor durante el régimen y, finalmente, ya en esta restauración democrática, una algazara de oradores de toda clase en cámaras nacionales y regionales. Y claro, lo que pasa con la inflación: se pierde valor en la abundancia y las calidades van a menos. Se marcha uno de los clásicos, Juan Vicente Herrera.
El martes despidieron con aplausos al Herrera parlamentario tras cinco lustros de tribuna y en cierto modo, se despedía también al último de una generación de parlamentarios descollantes, de esos que no necesitan leer para debatir, los de la invectiva como último recurso y los de envolver el argumentario con el celofán de la persuasión en lugar de con el papel de estraza del vituperio.
A Herrera no ha habido quien le haya ganado en las Cortes en el uso de la palabra con el arte de la esgrima, que consiste en tocar con la espada sin atravesar al contrario. Ese parlamentarismo que se va perdiendo y del que esta legislatura es uno de los peores exponentes, para qué nos vamos a engañar, que hablar bien, lo que se dice hablar bien, en las Cortes, en los últimos cuatro años, ha hablado bien Herrera.
Es probable que lo más difícil de un discurso sea terminarlo y es posible que la clave de un buen debate es que no sea ni corto ni largo. El propio Herrera ha tenido muchas dudas de cuándo largar el ‘ite misa est’, pero el momento ha llegado y de las reivindicaciones que se pronunciarán a catafalco puesto (que serán muchas, aquí se entierra fenómeno) me quedo con la del Herrera orador, en el uso de la palabra, eso que nos diferencia a los humanos de los animalicos y que puede llegar a hacernos divinos.