Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Los números no engañan

22/04/2021

Una de las decisiones que todos los candidatos electorales con posibilidades de convertirse en gobernantes tratan de ocultar y sobre la que evitan dar pistas con todo tipo de subterfugios o eufemismos es la política de alianzas una vez que se hayan recontado los votos. El principal argumento para no entrar en ese terreno tan movedizo es que tienen la aspiración de gobernar en solitario, de alcanzar la mayoría suficiente como para no necesitar socios de gobierno y a ser posible, tampoco apoyos externos. Pero con la aparición de nuevos partidos y el fin del bipartidismo –y la exacerbación de los bloques- las mayorías absolutas están tan caras que difícilmente se alcanzan. De hecho, tanto en el Gobierno central como en muchos autonómicos se ha pagado esa falta de cultura de coalición cuando son tres los partidos que intervienen, y si Madrid se ha visto abocada a unas elecciones anticipadas ha sido por los recelos y la falta de confianza entre el PP y Ciudadanos, mientras que los choque entre el PSOE y Unidas Podemos en el Gobierno han sido ya tan abundantes que se ha perdido la cuenta.     

Aunque tanto Isabel Díaz Ayuso como Ángel Gabilondo, los dos candidatos madrileños con posibilidades de ganar en su bloque, tratan de pasar por alto que, como se dice, hay un elefante en la habitación, es evidente que ambos tendrán que pactar con aquellos que tratan de ningunear, o que les pueden quitar el sueño. La candidata del PP duplicará los escaños de las últimas elecciones regionales y se quedará relativamente cerca de la mayoría absoluta, pero ningún sondeo considera que la alcanzará, por eso resulta ingenuo que no verbalice lo que se da por seguro que va a ocurrir. De hecho, para Díaz Ayuso, Vox “según para que cuestiones no es un partido de ultraderecha”, con lo que tiende la alfombra roja para incluirlo en su gobierno si esa es la demanda del partido de Santiago Abascal, que estará encantado de reventar la estrategia política de Pablo Casado. En cualquier caso, desde fuera, Vox seguiría condicionando su acción de gobierno como ha hecho hasta ahora, impidiendo, por ejemplo, que Ayuso no cuente con presupuestos con los que materializar sus promesas. Si Ciudadanos logra entrar en la Asamblea de Madrid –tampoco lo recogen las encuestas-, la política madrileña habría girado 360 grados para no llegar a ninguna parte.  

Y lo mismo ocurre con Ángel Gabilondo, que ya se ha olvidado por el camino de poner una cruz a un posible acuerdo con Pablo Iglesias. Porque, como en el bloque de la derecha, los números vuelven a ser incontestables: o se suman los escaños de los tres partidos, PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos, o no habrá posibilidades de sustituir a Díaz Ayuso en la Puerta del Sol. Si se diera la posibilidad de sumar los 69 escaños que dan la mayoría absoluta, Pablo Iglesias exigirá que él o su partido estén en el gobierno autonómico. De matemáticas de primaria.  

En pocas ocasiones ha estado tan claro que, en línea con las últimas elecciones, Madrid tendrá un gobierno de coalición, porque los números son tozudos por encima de los intentos de los principales partidos de ocultar sus intenciones que todos los ciudadanos saben cuáles son, pese a que Ayuso y Gabilondo mantengan el tabú, porque intentan aglutinar cuanto más voto útil mejor