Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Una cara en la ventana

08/01/2021

¡Qué pronto nos cansamos de todo! Decía Eduard Punset que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad. Ahora que los Reyes acaban de marcharse con sus camellos de vuelta a Oriente, seguimos igual de carentes. Convencidos de que la felicidad nos la dará el perfume o el reloj inteligente que nos han traído. Ese convencimiento dura hasta que nuestro olfato se acostumbra al caro olor que sale del frasquito de diseño y hasta que nos aburrimos de comprobar cada dos por tres nuestro ritmo cardíaco en la pantalla de alta resolución pegada a nuestra muñeca. Seguramente que hemos sido mucho más felices esperando la llegada de los regalos y abriéndolos que después usándolos. Ya lo dijo Punset, en la antesala está la felicidad. 
Así que se nos llenan nuestras casas de cosas y cosas que hemos comprado o nos han regalado para colmarnos de una felicidad que, en la mayoría de los casos, brilla por su ausencia. Si disponen de un rato libre, echen un ojo a esas cuentas de las redes sociales en las que se venden artículos de segunda mano. Es alucinante. Yo creo que es un filón para los sociólogos. Te encuentras de todo: un revistero, una enciclopedia, un chándal con pedrería, cientos de juguetes, mobiliario, calzado o un lanzador de dardos de Spiderman con sus guantes y máscara incluido por ocho euros. Una ganga los complementos de Spiderman. Lo que me hace pensar que compramos por inercia o por, como decía al principio, intentar encontrar la felicidad en esos productos. Y como enseguida nos frustramos comprobando que no han cumplido esa finalidad o los abandonamos en el fondo del armario, en una balda del trastero o los ponemos a la venta en las redes sociales. No creo que esas ventas estén motivadas por problemas económicos porque con los ocho euros del lanzador de dardos de Spiderman, las cuentas del vendedor van a seguir igual de pírricas o boyantes. Lo material no es garantía de felicidad, aunque, el dinero nos evita muchos dolores de cabeza. ¿Dónde está la felicidad? Puede estar simplemente en mirar por la ventana. Estos días de frío polar y calles heladas, he descubierto que algunos ancianos compensan la imposibilidad de salir de casa, por el riesgo para su salud, con asomarse a la ventana. Cuando paseo me gusta mirar las fachadas y en esa observación he descubierto a varios ancianos sentados junto a sus ventanas viendo pasar la vida. Les he visto varios días en la misma posición y en el mismo sitio. Mientras otros buscamos la felicidad hogareña en una película, en un libro, en hacer pan y bizcochos, trastear con el móvil o jugar con las consolas; muchos ancianos prefieren buscar la felicidad en la vida que transcurre detrás de los cristales de sus ventanas de la que quizá se sienten ajenos.