Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


La edad olvidada

27/02/2022

La tercera edad es un periodo difícil. Se viven muchos momentos dolorosos por tantas despedidas de personas queridas que se van, por la sensación de abandono social y, en algunos casos, familiar. La situación laboral y social no facilita la convivencia entre generaciones. No estamos preparados para aceptar ni la vejez ni la muerte. Al hacernos mayores empezamos a sentir la frustración de la pérdida de capacidad para realizar tareas que antes no revestían dificultad y mucho más para abordar tareas nuevas. A veces le vejez parece una condena sin derecho a recursos en la que vamos cambiando la perspectiva: el joven sueña con presidir un banco; en la mediana edad basta con encontrar un banco para reposar; el mayor busca un banco que le valore y atienda.
Viene esta reflexión a cuenta de la deficiente gestión que muchos bancos proporcionan a sus clientes. La pandemia provocó el cierre de oficinas bancarias y la puesta en marcha de aplicaciones informáticas, lo que redujo la gestión presencial en las oficinas. Ha pasado la pandemia y la situación no ha revertido, se sigue exigiendo un dominio tecnológico o una exigencia de horarios que dificulta y mucho a las personas mayores el acceso a la banca, generando miedo e inseguridad. He visto casos sangrantes de desatención e incluso de trato humillante (en una ocasión monté un pollo grandioso y conseguí un cambio de actitud, lo que me molesto aún más: ¿hay que recurrir a  una bronca para que todo mejore?) No todos tienen ordenador o un teléfono inteligente, no todos entienden las instrucciones de los cajeros, otros no pueden desenvolverse por sus dolencias o limitaciones físicas, pero no por eso deben ser castigados a la exclusión. Y el problema es mucho más grave en el mundo rural.
Para reclamar un trato con dignidad ante el deterioro progresivo de un trato humano en las sucursales bancarias, un médico valenciano jubilado de 78 años, Carlos San Juan, organizó una recogida de firmas con el lema «Soy mayor, pero no idiota» con un éxito espectacular: casi 650.000 en muy poco tiempo. Este resultado y el apoyo organizaciones de mayores ha producido resultados. La patronal bancaria ha anunciado la confección de un documento para la inclusión financiera de las personas mayores ('Protocolo estratégico para reforzar el compromiso social y sostenible de la banca') que garantice que los mayores reciban un «trato personal, humano y de calidad», admitiendo que la digitalización es muy desigual en todas las provincias y en todos los bloques de edad. Algunos bancos ya han ampliado el horario de caja para poder mejorar la atención. Incluso la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, ha anunciado el inicio de los trámites de la 'Ley de creación de la autoridad de defensa de los clientes financieros' para asegurar que los bancos cumplen con sus obligaciones con los clientes, señalando que «los mayores no están recibiendo de la banca el servicio que merecen».
¿Estamos en el buen camino? No dudo de las buenas intenciones, pero me mosquea que el cumplimiento del protocolo sea voluntario y lo certifique la propia banca. ¿Cuántos de los trabajadores amortizados volverán a las oficinas para aumentar la atención presencial? Y la brecha digital no es sólo bancaria: ¿cuántas poblaciones tampoco tienen médico y tienen dificultades para gestionar una cita médica online por falta de competencia digital, internet o cobertura telefónica?