James King inventó la lavadora en 1851. Hubo diseños anteriores (una patente inglesa data de 1690), pero el concepto de tambor giratorio para introducir la ropa, el agua y el jabón se lo adjudica este estadounidense. A mediados del pasado siglo, cien años después, todavía había muchas lavanderas que seguían bajando al río con la tabla y el jabón de grasa criticando al electrodoméstico, ya depurado, porque «ese invento no lava como yo». Mirado con perspectiva, y salvando peldaños económicos de gente que no podía permitirse comprarla, estar en contra de la lavadora era una locura, una cabezonería que te quitaba horas y te dejaba las manos destrozadas entre rozaduras y sabañones.

Aquellas abuelas y bisabuelas que gruñían contra la evolución son los que hoy braman contra el VAR. El VAR es un invento magnífico, como la lavadora. Otra cosa es su aplicación, por supuesto, y otra la nostalgia ciega de quien cree que el fútbol sin errores no es fútbol y preferiría seguir indignándose con goles en fuera de juego y penaltis señalados en faltas cometidas más allá del borde del área. Supongo que ya supondrán la respuesta: ¿Saben por qué otros deportes no han tenido problemas para implementar los videoarbitrajes, o por qué estamos a estas alturas de la temporada criticándolo con una fiereza brutal? En efecto, porque han 'perjudicado' a un grande. Ahora es el Real Madrid como ayer pudo ser el Barça, anteayer los blancos, la semana pasada los azulgranas…

El problema no está en el invento sino en su aplicación; y el error no es tecnológico sino humano. Darle el VAR a un mal árbitro es como echarle estiércol en lugar de jabón a la lavadora y luego quejarse de que no funciona. Tengamos paciencia con el invento, que aprendan a usarlo, que unifiquen criterios... y no hagan mucho caso a los grandes y sus entornos, que igual no lloran mucho pero sí muy fuerte.