Fernando Orte

Fernando Orte


Té en un oasis

07/05/2022

Si algo bueno ha traído la pandemia es el retorno de mucha gente a sus pueblos. Personas como Gonzalo de Miguel, protagonista de una historia tan bonita como el escenario donde transcurre. Es ingeniero y trabaja en la homologación de vehículos, sector donde tuvo una empresa con hasta 74 empleados. Tras venderla, y ya como autónomo, entre ola y ola de coronavirus, decidió crear otras dos. Un currante con mayúsculas que, a sus 61 años, sigue al pie del cañón. Teletrabaja en el pueblo que le vio crecer, donde pudo aprender la encomiable labor de servicio a los demás: su familia regentó un taller y una pequeña gasolinera. Quizás le vino de ahí la vena emprendedora.
Pero su historia no acaba ahí. En un curso de informática que hizo en su pueblo se topó con dos niños, Aya de 8 años y su hermano Rayan, de 5. Compartían ordenador con su hija Sara, y en un gran gesto de generosidad, decidió comprarles uno. Supo de su madre, Mina, una marroquí de la zona del Atlas que había enviudado siete meses atrás. Su difunto esposo era un vecino más del pueblo, donde vivió los últimos 22 años. El relato continúa en París porque fue allí, visitando a su otra hija, Andrea, donde Gonzalo tuvo una idea al salir de una tetería: ¿Por qué no abrir una panadería-pastelería, con dulces árabes elaborados por Mina? Pues dicho y hecho porque en enero comenzaban las obras y el 30 de abril se inauguraba por todo lo alto. Beber un té moruno en medio de este desierto demográfico ya es posible en un oasis llamado Saminhaän.
Y todo gracias Gonzalo y su familia, un ejemplo de filantropía, de amor por los demás, en este caso por su pueblo, donde lleva invertidos 250.000 euros que han permitido abrir un servicio muy útil para vecinos y visitantes. Pero lo más importante es que Mina ha conseguido un puesto de trabajo con el que seguir adelante su proyecto de vida sin tener que dejar a su nueva familia: las gentes de Monteagudo de las Vicarías.