Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Sindicatos

16/01/2020

Esa sensación de que ya no es lo mismo, que la actividad sindical característica de los tiempos pasados pierde peso en la economía corriente y que sólo en ciertos sectores, como el público, mantiene algo de vigor. Esa impresión de comprobar cómo en el día a día, la presencia de los sindicatos, el papel de la afiliación, el peso de la negociación colectiva no es lo que era, viene a ser corroborada por un informe de la OCDE que revela que la penetración de los sindicatos en España está en mínimos de 30 años, en el entorno del 13 por ciento del total de los trabajadores. También se reduce el porcentaje de operarios auspiciados por un convenio negociado colectivamente.

El duelo entre la Junta de Castilla y León y sus funcionarios respecto del número de horas a trabajar derivó en una jornada de paro fallida que evidenció que más allá de las soflamas hay una realidad que ni unos ni otros pueden soslayar: las relaciones laborales están cambiando, el trabajo en sí está cambiando, y esto se manifiesta en la gestión de empleadores y empleados, parte de los cuales por cierto, los más nuevos, no son como eran, ni de un lado ni de otro. Nuevas empresas, nuevas actividades, el papel de los autónomos, el coste de contratar: son cuestiones para la reflexión.

Y eso que la precariedad, los bajos sueldos y las condiciones leoninas lejos de extinguirse siguen marcando la pauta en ciertos sectores de la actividad económica, ciertas zonas del país y ciertos perfiles poblacionales. No se ha extinguido, por tanto, la necesidad de proteger la empleabilidad, pero los sindicatos tienen que replantearse que sólo lo que es útil vale, que el protagonismo no se gana, se hereda, y que hay que saber leer muy bien en cada momento cada una de las situaciones para darles una respuesta adecuada y ni anticuada. Ahora que vuelve lo del salario mínimo, se necesitan sindicatos máximos y no mínimos.