José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Metamorfosis

03/09/2022

Decididamente el problema de la despoblación no pasa por grandes inversiones ni mucho menos por dejar que los pueblos subsistan apoyados en las muletas de las ayudas institucionales. El medio rural, al menos el soriano, tiene marcada una nueva tendencia en muchos de sus pueblos. La metamorfosis que los está cambiando deja atrás la piel agrícola y ganadera para evolucionar hacia los núcleos festivos, culturales y turísticos que cobrarán vida en el verano, en el otoño si hay setas, por supuesto en Navidad y Semana Santa. Incluso, si hay suerte, algunos fines de semana.
Muchos pueblos ya tienen aspecto de centros vacacionales en los que los propios veraneantes, ojo no turistas que son otra cosa, programan sus actividades a la vez que rehabilitan la casa del abuelo y adecentan las calles, plazas y entorno de la localidad.
Es la economía la que marca el destino de los colectivos humanos. En la Vieja Castilla, las extensiones cerealistas son el recurso más importante y en algunas partes el único. La mecanización de esta actividad no precisa ya de la abundante mano de obra que requería hace 80 años y sobra gente. Sólo quienes han tenido la iniciática de transformación del producto in situ, como las galleteras palentinas, han retenido población. En Soria eso no se nos da bien. De hecho la madera de Pinares sale, mayoritariamente de la Sierra de Urbión a destinos donde ya hay fábricas de muebles de vigas o de palets. También las producciones en los regadíos dejan el valor añadido de elaboraciones y envasados en otras partes de la geografía nacional. Así las cosas, nos queda una mínima población rural activa y un apoyo demográfico, también escuálido, en la capital, sustentado por el sector servicios y sobre todo por las administraciones. Entre empleados públicos y pensionistas se completa un censo en torno a los cuarenta mil habitantes.
El panorama pues, se dibuja con los perfiles de pueblos rescatados de su inminente ruina con la presencia intermitente de quienes han descubierto los encantos de disfrutar del ocio en el pueblo. Queda en segundo plano cómo lo hacen, porque no se trata de convertir estas localidades en reservas etnológicas sino en sitios divertidos.
Quizá el papel de las administraciones fuera resolver el problema de las coberturas telefónicas y de internet para doblegar la resistencia de los adolescentes que ya no pueden descolgarse de sus contactos durante quince días y de los adultos que ven un inconveniente en no poder contactar para resolver cualquier emergencia.
Sea como fuere recuperar pueblos vivos, con su modo autóctono de subsistencia y población estable, está muy lejos de las expectativas actuales.