Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Clase media

14/10/2019

De todos esos estudios que se realizan y difunden, dedicados a analizar algún aspecto de interés de la sociedad en que vivimos, me llamó la atención recientemente uno, elaborado por una importante entidad financiera, sobre el estado actual de ese sector de la población al que tradicionalmente venimos llamando «clase media».
Durante mucho tiempo se ha pensado que disponer de una clase media abundante era una garantía de estabilidad para un país. Asustados todavía por las virulentas confrontaciones entre la «clase alta» y la «clase baja» (a estos efectos, la burguesía y el proletariado que protagonizaron buena parte de la «lucha de clases» en la historia), el predominio de las clases medias se asociaba a la prosperidad en una sociedad tranquila y más igualitaria. Y algo de cierto había en tal observación. A la clase media se llegaba por ascenso desde la clase trabajadora, y eso se concebía como una mejora en el nivel de vida; también a veces se llegaba por descenso desde la clase alta, pero eso se asociaba más bien con las típicas circunstancias que hacían «venirse a menos» a ciertas personas y familias, incapaces de sostener el nivel de riqueza recibido de sus antepasados. De manera que la clase media era también el resultado de una peculiar justicia distributiva: premio al esfuerzo de unos y castigo a la ociosidad de otros.
Su característica principal era el estado de suficiencia, que es bastante más que la mera supervivencia. La clase media llegaba holgadamente a fin de mes y podía permitirse ciertos lujos en materia de ocio y cultura. Pero lo que nos dicen esos estudios actuales es que aquello de «venirse a menos» ha pasado a ser seña de identidad de una parte importante de las clases medias. Algo más del 20% confesaba dificultades para llegar a fin de mes y algo más del 28% afirmaba que le sería imposible afrontar un imprevisto familiar de cualquier tipo. Y no sólo eso: al comienzo de este siglo, del que sólo han pasado 19 años, la clase media ocupaba el 65% de la población española; hoy se estima que es el 55%, y con tendencia a seguir bajando, porque en paralelo crecen los índices de pobreza en parecidos términos. Así que hay motivos para preocuparse; porque es la igualdad razonable lo que está en juego, y nada bueno augura eso.