Jesús de Lózar

Jesús de Lózar


Patatas

29/05/2021

Días contados. Mejor, noches. Nochebuena, Nochevieja, Reyes, las fiestas y una vez a la semana si había bocartes en la pescadería. Algunas noches de feria, chocolate con churros del Manito. En lugar de salpicón las más noches, nosotros tortilla de patatas, y eso sí lentejas los viernes. Todas las noches de todos los años, tortilla de patatas, salvo esos días contados, mejor, esas noches contadas. Era lo más barato. Mi madre compraba todos los días cartones de huevos, regalados los rotos y en ausencia de nevera los guardaba en el cuarto oscuro de la despensa. Mis padres ocupaban siempre el mismo sitio en la cocina. Mi madre con el mandil y de pie con el plato batiendo los huevos, no se sentaba hasta el final para comer. Mi padre en la mesa con su sopa, la platusa y las manzanas asadas de postre. Los hermanos no nos juntábamos todos a la vez, éramos muchos y cada uno iba a su bola. Según llegábamos nos sentábamos en nuestro sitio y a comer. Dos tortillas. Solo patatas y huevos. Sin bonito y sin la cebolla que nos daba arcadas. Yo procuraba dejarme un trozo que guardaba en la rinconera para desayunarlo al día siguiente.
Hacer una tortilla de patata en una cocina de carbón, en una sartén de hierro a un fuego muy vivo y que salga al gusto de todos es un arte. Cuando empiezan a cuajar, no ponía el plato apoyado en la sartén para darle la primera vuelta a la tortilla. Hacía un giro rápido con un juego de muñeca y vertía en el plato todo el contenido de la sartén. Después, es más fácil cuando ya está cuajada por un lado. Y no se la caía nada. Desde hace mucho tiempo no se come tortilla en casa, salvo días, mejor noches, excepcionales en los que se me ilumina la cara cuando mi mujer dice hoy para cenar tortilla. Como cuando nos juntábamos toda la familia en la casa del prado antes de la pandemia. Ahora tienes que ir a un bar para probar la tortilla, si está abierto, claro. Antes buscábamos la mejor tortilla, jugosa, con o sin cebolla, y la Rex se ganaba el premio sin desdeñar a la del Montico con su punta caliente de tomate picante. Patatas fritas, las del Torcuato, crujientes, en realidad eran del Lorenzo, elaboradas en el obrador de la plaza del Olivo. No sé si la nueva fábrica de Ólvega cambiará nuestros gustos y volveremos a comer tortillas.
Fray Tomás de Berlanga, el descubridor de las Islas Galápagos, el primero al que se le ocurrió la idea de construir el canal de Panamá y obispo de Tierra Firme, fue el que en el siglo XVI trajo de América el tomate, el perejil y la patata, un tubérculo que a partir del siglo XVIII se convirtió en uno de los principales alimentos del ser humano, llegando a depender dos quintas partes de la población de Irlanda en el XIX exclusivamente de su cosecha. Debíamos tener nosotros vocación de católicos irlandeses, siempre comiendo tortilla de patatas. Una alimentación basada en la patata y una enfermedad que arrasó sus cultivos están en el origen de la Gran Hambruna irlandesa del XIX, cuando un millón de católicos irlandeses murieron y otro millón más emigró. 
En Madrid era costumbre comprar cucuruchos en las tiendas de patatas fritas, con sus grandes escaparates de cristal rebosante de género, con el obrador al fondo donde también hacían churros. Aquí hay tradición de buena patata: Lorenzo, el bar Patata, de donde le viene el nombre, Anizvi (Antonio Izquierdo de Vicente), que vendía hace ya muchos años a la Transmediterránea. 
Ahora es un sector pujante, que se ha desarrollado y crecido mucho aprovechando un producto propio como es la variedad agria de la patata. Está demostrando una gran capacidad de innovación y de crecimiento, en el que se está fijando gente de fuera. Para su empujón definitivo, tal vez sería positivo si hay unidad en el sector y visión de futuro seguir el camino del Torrezno de Soria  con una Marca de Garantía o Indicación Geográfica Protegida. Calidad al producto no le falta. Es una delicia y es de aquí. Anizvi, Soria Natural, Añavieja, Martirelo, Artefritas, Garijo Baigorri. Patatas fritas de Soria.