Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Me confieso culpable

23/06/2019

Sí, me confieso culpable. Culpable de quejarme sin motivo. Me sentí culpable al leer la memoria de Cáritas de 2018. Dice Javier Ramírez, el Director de Cáritas Soria, que los pobres son más pobres. Esta institución atendió en 2018 a 2104 personas y destinó más de 600.000 euros para hacer frente a la pobreza de la Diócesis de Osma Soria. Qué curioso, casi la misma cantidad que el Gobierno ha gastado en Soria en la celebración de los cuatro comicios que hemos celebrado en los últimos meses. En concreto las elecciones generales, europeas, autonómicas y locales le han costado al Estado, solo en nuestra provincia, 686.000 euros. Con lo que se ha gastado en solo dos días se podría haber atendido a todos los pobres de la provincia durante un año. Que no digo que dejemos de votar para ahorrarnos esos dinerales, faltaría más, pero puestos a comparar, me llama la atención que cueste más la fiesta de la democracia que atender a las familias que sufren, en muchos casos, las consecuencias de una mala política de los que triunfan en esos vitoreados festines democráticos. 
Sí, me confieso culpable. Mi conciencia no sólo me alcanza para comparar costes de elecciones y programas sociales. Mi conciencia también se queda en lo más íntimo. Me da cargo de conciencia por las veces que me quejo de tantas chorradas: cuando lanzo algún insulto al despertador a las 5.45 porque tengo sueño y me da pereza ir a trabajar. Cuando me zampo un pastel y cuento las calorías que se depositan directamente en mi tripa. Cuando abro el armario y me enfado porque no tengo nada que ponerme, aunque las perchas revienten apretujadas unas contra otras. Cuando frivolizo con caprichos banales e innecesarios del hogar. Cuando salen de mis labios tacos de diversa intensidad al llenar el depósito de gasolina porque el combustible está por las nubes. Cuando me acuerdo de toda la familia del ministro de turno porque me llega la factura de la luz que sube y sube y sube sin límite. Lo confieso. Me siento culpable. Y eso que soy de las agradecidas. Yo soy de las que da gracias a la vida que me ha dado tanto. Pero de vez en cuando, olvido todo lo que soy y todo lo que tengo y me quejo como una imbécil (iba a escribir como una gilipollas). Y pienso en las palabras de Ramírez: «Ha aumentado la pobreza extrema». Y pienso en que los políticos, ahora que están tan enfrascados en crear gobiernos, deberían ser más honestos con ese colectivo de pobres que cada vez son más pobres. Miramos para otro lado. Se habla de políticas sociales para cubrir el expediente. Para hacer que se hace. Pero a la vista de que la pobreza se cronifica, está claro que algo se está haciendo mal. O, simplemente, no se hace.