Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Vigilantes con el espacio que se merece la lengua española

16/05/2021

En el I Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Zacatecas (México) en 1997, Gabriel García Márquez lanzó mucho más que un mensaje sobre la vitalidad de la lengua y la responsabilidad de la comunidad hispanohablante. El ilustre escritor colombiano, conocido como ‘Gabo’, nos dejó el camino a seguir: “La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su potencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión…”. Un cuarto de siglo después, el idioma español lo hablamos ya 580 millones de personas y es la segunda lengua materna del mundo en número de habitantes. Sólo en Estados Unidos lo usan a diario 52 millones de habitantes, el segundo país, por detrás de México, en cuanto a número de hispanohablantes. Y China lo ha equiparado al inglés como lengua de obligatoria enseñanza, mientras que en Internet, el español es la tercera lengua más utilizada en la Red, por detrás, precisamente, del inglés y el chino.

Viene todo esto a cuento por la sensación que a veces ofrecemos respecto a nuestra principal herramienta de identidad común: el idioma español. Una lengua que, a la vista está, crece cuantitativamente en número de usuarios y representa el principal exponente cultural de una veintena de países, por no hablar del extenso bagaje literario e histórico de una lengua que, como quedó dicho el también Premio Nobel de Literatura, debe estar preparado para ser un oficio grande del porvenir.

Pero, lamentablemente, es fácil colegir que el idioma de Cervantes ha perdido cierto posicionamiento, especialmente en ámbitos comerciales y empresariales, donde el inglés se extiende como una mancha de aceite. Tengo que reconocer que me enerva esa costumbre idiota que practican muchos responsables del empresariado castellano incapaces de hilvanar una frase entera sin pronunciar un término anglosajón en sus intervenciones públicas y hasta privadas. Al contrario de lo que quizá pudiera parecer, la capacidad intelectual no viene dada por la proliferación de una terminología de manual de marketing, sino por el dominio de un idioma histórico y rico en palabras y acepciones que es referencia en el mundo entero.

Convendrán conmigo en que ese uso indiscriminado de ‘palabros’ en inglés copa de manera excesiva las interlocuciones de directivos y altos responsables comerciales, a quienes pareciera que sus jefes les midieran su valía profesional por la soltura en el empleo de esos vocablos de pizarras de másteres y tabletas digitales.

Para muchos de ellos, el objetivo ahora se llama ‘target’, las palabras claves son ‘keywords’, las que representan conceptos se deoniman ‘tesaurus’, las partes interesadas de una empresa son ‘stakeolders’ y la narración de toda la vida ya no es un relato, sino un “storytelling’. Hay tal cantidad, que podríamos rellenar bien a gusto una decena de folios.

Ojo también a la nueva hornada de productos tecnológicos y de electrodomésticos de todo tamaño y condición que puedes adquirir en cualquier tienda o supermercado en los que, salvo que domines el chino mandarín, el inglés más técnico, el alemán o el turco, te encontrarás que la definición del mismo en lengua española, de aparecer, será en las últimas hojas o, simplemente, ni figura. Un síntoma más de esa pérdida de protagonismo que, con toda sinceridad, no nos podemos permitir. Así que toca estar en continua alerta para que nuestro idioma, el que compartimos 580 millones de personas y del que debemos sentirnos orgullosos, tenga el lugar que se merece en el mundo, y no sólo en el literario, sino también en el económico.