Diego Izco

TIEMPO MUERTO

Diego Izco

Periodista especializado en información deportiva


Compraventa

22/07/2021

Hace escasos días nos 'vendieron' (para quien quisiera comprar, claro está) que uno de los motivos subyacentes en el asesinato de un chaval en Galicia estaba en que sus agresores «jugaban largas partidas a Fortnite». O no lo señalaban como tal, pero el hecho de mencionarlo oculta la perversa intención de relacionar lo uno con lo otro. Y no, jugar a Fortnite no te convierte en un homicida de la misma manera que jugar a SuperMario no te convierte en fontanero. A veces nos invitan a pensar que pasatiempo y tiempo real, que el entretenimiento y la vida cotidiana, son la misma cosa. Y no, como nunca una mona vestida de seda dejará de ser una mona y un fulano con hábitos nunca será un monje. Si ves a un 'pintas' con rastas veraniegas y tatuajes y pendientes y bañador estrafalario y más tatuajes y unas horribles chancletas de Gucci o de Prada o de marcas similares, no tiene por que ser futbolista de elite. «Es que siempre vistió así, actuó así, vivió así, y terminó convirtiéndose en jugador de fútbol», ¿a que suena idiota… como lo del Fortnite?

Esta idiotez, con perdón, tiene que ver con algunas normas que los jugadores del fútbol base del Barça tendrán que asumir a partir de la temporada que viene. Algunas tan lógicas como la prohibición de teléfonos móviles en entrenamientos, vestuario y partidos (lo de las redes sociales y el crecimiento del ego puede ser muy peligroso si se está moldeando a las estrellas del mañana) y otra que atañe al físico de los chavales, que no podrán lucir «peinados estrambóticos» o lucir «colores llamativos» en su peinado.

El futbolista no nace hortera, pero en la actualidad (donde la imagen casi vale tanto como el rendimiento objetivo sobre el campo, qué dolor) ser un maniquí vestido o peinado como un mamarracho vende. Porque hay quien quiere comprar, claro…