José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Desafección por inanición

21/04/2019

Allá a principios de los 80 este país era un hervidero, más que ahora si cabe. Desde la Vieja Castilla mirábamos con curiosidad como se iba gestando el Estado de la Autonomías y como surgían banderas en cada comunidad a medida que esta perfilaba su territorio y su identidad. Algunas tenían ya enseñas más o menos históricas, o al menos que habían sido diseñadas a principios del siglo XX, como la Ikurriña, otras buscaban la raíz medieval en las cuatro barras, que asumieron como suyas cuatro regiones, la aragonesa, la catalana, la valenciana y la balear, herederas de la identidad del Reino de Aragón, más antiguo aún que el de Castilla. Las más, sin embargo tuvieron que inventarse colores y símbolos, llegado el caso, como en la de Madrid, recurriendo a expertos que llenaron con siete estrellas blancas un fondo rojo carmesí. La nuestra, sin duda, esa que ondeará el día 23 en Villalar y que lo hace en las sedes institucionales cada día es, sin duda, la de mayor abolengo y raigambre en la historia. No hubo que invernar nada, solo resumir el escudo de España, sin las cadenas de Navarra, las barras de Aragón y la Granada andalusí.
Pero claro, una cosa es tener una bandera molona y una historia sólida, incluso heroica según se mire, y otra muy distinta es que los habitantes de las nueve provincias de los que hoy llamamos Castilla y  León hayan llegado a identificarse con la parcela de la piel de toro que les ha tocado. En aquellos tiempos primigenios había un cierto genio en la juventud que, deseosa de enraizar esa identidad aún por construir, se manifestaba en la campa de Villalar que este martes también se llenará de gente, a mayor gloria de instituciones y partidos, que no desperdiciarán la oportunidad de arengar a las tropas que se sientan herederas de los Comuneros, con promesas que, por supuesto no tienen la más mínima intención de cumplir.
Recuerdo que por entonces yo era un bisoño periodista al que alguien de la Junta preautonómica cometió la torpeza de invitar en Pucela a una jornada para debatir sobre nuestra región. Salió, claro, el tema de la identidad y el difícil maridaje entre castellanos y leones, entre los rayanos de Monteagudo de las Vicarías y los bercianos de Ponferrada. Me atreví a aventurar que, a medida que constatáramos que la acción de nuestro Gobierno afectaría positivamente a nuestras vidas, iríamos generando ese sentimiento identitario del que carecíamos. Si nos va mejor en nuestra comunidad que con el centralismo de Madrid, los sorianos, aseguré, seremos castellanoleoneses  entusiastas. 
A la vista está cual es la razón por la que nos cuesta y nos costará dejar de ser sorianos, a secas.