Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


El club de la comedia

02/10/2020

Así, como sin querer, nos hemos plantado en San Saturio. Como tenemos por delante unos días de no fiestas, no estaría de más ocupar ese tiempo no lúdico en ir a la ermita para rogarle al patrón por los alumnos. Un mes después del inicio de la vuelta al cole, la situación en las aulas es kafkiana. Aunque desde la Consejería aseguraban que las ratios serían inferiores a las habituales, hay aulas en bachillerato con 28 y 31 alumnos entre los que lógicamente no hay dos metros de distancia. Eso sí, imparten las clases con ventanas y puertas abiertas para ventilar y evitar que el coronavirus campe a sus anchas entre pupitres y pizarras. Eso en el caso de que haya pizarras, porque en alguna de las nuevas aulas que han surgido de la conversión de salas dedicadas a otros usos anteriores como bibliotecas, han estado varias semanas sin pizarra. Me consta que hasta algún padre se ha prestado a pagar de su bolsillo una pizarra para completar el mobiliario. Así que entre que las ventanas están abiertas y entra el frío soriano mañanero y el bullicio callejero; entre que las puertas también se dejan de par en par y entra el soniquete de otras aulas y entre que el profesor habla detrás de su mascarilla; las explicaciones de los docentes a veces se pierden en el ambiente por lo que muchos alumnos se quedan a dos velas. Hay profesores que ni siquiera disponen de una mesa en la que poder trabajar en el aula porque su mesa, que es un pupitre, está ocupada por un PC, un bote con desinfectante y un taco de papeles para usar el desinfectante. 
No solo hay carencias materiales vinculadas al mobiliario y las instalaciones. También hay deficiencias en relación al personal docente. Un mes después del inicio de las clases, hay alumnos de un instituto de la capital que siguen sin profesor ni de matemáticas ni de francés. Y dicen en la Junta que el problema es que no hay profesores. Alabado sea el Señor. Si es el sector con más paro.Y para rizar el rizo, también en un instituto de la capital, durante una semana, hubo dos aulas de bachillerato que compartieron profesor y resulta que tenían su asignatura a la misma hora. Al principio no me creí lo que les voy a contar, pero es cierto, el profesor empezaba sus clases en una de las aulas, a los quince minutos se iba a la otra, y de nuevo pasados quince minutos volvía a la primera. Y así, hasta que concluía la hora. Desde marzo hasta septiembre han pasado seis meses, los que ha tenido la Junta para organizar el curso. La ineficacia es un clamor. Si no fuera porque estamos en una situación realmente dramática se mire desde donde se mire, sanitaria, económica, educativa, etc; nos reiríamos a carcajadas de este espectáculo delirante  porque esta enumeración de despropósitos parece un monólogo del club de la comedia.