Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


#InMemoriam Pepe Pastor, más que un amigo

13/03/2021

El día 4 falleció Pepe Pastor, un hermano más que un amigo. Siempre mantuve la esperanza de un milagro que no se produjo y sólo retengo el recuerdo de los casi 40 años de amistad, lealtad, comprensión y colaboración, casi 40 años en que juntos hemos disfrutado comidas, bebidas, viajes, paseos y tertulias; tiempo en que hemos compartido alegrías, risas, tristezas, lágrimas y silencios. Mis hermanos son los amigos que me proporcionó la naturaleza, mis amigos son los hermanos que yo elegí; en los dos casos he sido afortunado. Los amigos se convierten en hermanos (y los hermanos en amigos) cuando lo saben todo de ti y te quieren por cómo eres o, más frecuentemente, a pesar de cómo eres; los que te comprenden y se ponen en tu lugar cuando te equivocas; los que te socorren en lugar de compadecerte; los que aparecen en tu vida y te marcan para siempre; los que te hacen sentir del todo aceptable; los que te generan tanta confianza en su ayuda que muchas veces no la hace necesaria; son los que puedes llamar a las 4 de la mañana. Así era Pepe Pastor, así son las personas que me quieren. La tierra es un teatro con un reparto lamentable en el que las personas queridas lo son todo, el resto es selva.
El día 5, en el tanatorio una señora me dijo, entre lágrimas, «estoy muy triste, recetas me las puede hacer otro médico pero, ¿quién me va a escuchar ahora?». Su capacidad de escuchar para comprender, no para responder y su disponibilidad para dedicar a cada paciente todo el tiempo necesario son dos de los pilares por los que será recordado como buen médico y mejor persona. La tristeza de su ausencia aumenta con el parte diario de personas infectadas y fallecidas. Y tengo miedo de que más personas queridas acaben confinadas, infectadas, ingresadas o fallecidas. Cuando muere una persona querida, muere una parte de nosotros. Los sepulcros guardan, más de una vez, varios corazones en un solo ataúd. 
Estoy muy cabreado por el espectáculo de los sinvergüenzas que se han vacunado cuando no les tocaba sin que la mayoría haya pagado un precio por su desfachatez. Cansado y harto de esas ¿explicaciones? de «era un culillo», «lo hice para que no la tiraran», etc. Cansado, cabreado y harto de algunos políticos (esas personas que dicen trabajar arduamente para la mejora de la vida de los demás y la que mejoran es la suya), algunos religiosos (que en vez de desear dejar este valle de lágrimas y ascender al cielo prefirieron no dar ejemplo y que, en vez de vivir como Cristo, viven como Dios) y algunos sindicalistas (que guardan un silencio atronador sobre lo que está ocurriendo porque gobierna la izquierda y que harán cualquier cosa por los trabajadores menos convertirse en uno de ellos) que han dado un espectáculo indigno. No sé si Pepe se hubiera salvado de haber sido vacunado en el momento de los sanitarios. Me contó su preocupación, decepción y enfado por ser injustamente postergado, sólo por ser trabajador en la sanidad privada y no en la pública, frente a los profesionales sanitarios que se refugiaron en seguras consultas telefónicas mientras que él estuvo asumiendo riesgos en primera línea desde el primer momento.
El mundo es un hotel carísimo: te cobra muy caras las alegrías que te da. No olvido la alegría de haber tenido el privilegio de tener un amigo como Pepe Pastor, pero también estoy triste y preocupado por tener que aprender a vivir sin su presencia en un mundo peor porque él ya no está entre nosotros.