Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Natalidad

04/04/2019

Varias mentirijillas en esto de la España vaciada: la primera que la despoblación sea el problema. No lo es: es el síntoma. La segunda: que la emigración del campo a la ciudad es la causa. En realidad, es la mitad del problema la otra mitad es la bajísima tasa de fecundidad que genera saldos demográficos negativos, con más muertes que nacimientos. La tercera, el nivel de renta: la tasa de natalidad los cuatro municipios de Madrid con más renta es muy parecida a la de los cuatro con menos.
Este es un problema económico y cultural ( Isabel II tuvo 12 hijos, Alfonso XIII, 7 y Felipe VI, 2 por ahora: ni la realeza de libra de este fenómeno). Económico en la medida en que nuestra democracia deriva peligrosamente hacia una gerontocracia en la que la capacidad dirimente de los mayores evitará correcciones necesarias a desajustes excesivos en materia de pensiones e incentivos a los jóvenes y clases medias. Y cultural, con una brutal evolución a la baja del índice de natalidad en el seno de una sociedad con la mitad de nupcialidad que hace 40 años.
Los manifestantes del pasado domingo criticaban mucho a los gobiernos y hacen bien, pero se equivocan en algunas cosas: ningún gobierno, por mucho dé subvenciones, hará tener hijos a quien no quiere tenerlo. Y ningún gobierno dura más de cuatro años, razón por la cual éste no es un problema de partidos sino de ponerse todos de acuerdo en un plan que no dure cuatro años sino al menos cuatro veces cuatro años.
La historia tiene sus propios caminos y los problemas históricos no se resuelven de la noche a la mañana. Como decía el otro día el mismo papa Francisco, Europa ha devenido en una abuelita decrépita para la que se hace urgente un «gerovital» intensivo que la devuelva a la primera juventud. Mientras, los problemas seguirán ahí y las supuestas soluciones no irán más allá de «slogans» tan profundos como un charco.