Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Muchos hijos, un mono y un castillo

13/12/2019

Julia Salmerón, la madre del director de cine Gustavo Salmerón, se convirtió en la protagonista de una película documental dirigida por su hijo, “Muchos hijos, un mono y un castillo”. Logró el Goya a la mnejor película documental en 2017. Le grabó durante 14 años en su vida cotidiana y los redujo a noventa minutos en los que Julita reconoce que desde niña tenía tres deseos: muchos hijos, un mono y un castillo; sueños que se hicieron realidad. Ahora tiene 83 años. Julita es una mujer con personalidad, de armas tomar, divertida, ocurrente, espontánea. Sin complejos ni miedos. Es la matriarca de un excéntrico y maravilloso clan que le ayuda a buscar la vértebra de su abuela, asesinada en la Guerra Civil, vértebra guardada como una reliquia a lo largo de tres generaciones. Me pregunto qué educación recibió, en qué entorno vivió, para haber desarrollado esa personalidad arrolladora tan diferente a las mujeres de su época e incluso a las de este siglo XXI. Una mujer que nació en una sociedad patriarcal, que sigue viviendo en una sociedad patriarcal, y sin embargo, demuestra que ella no se rige por esos patrones de sometimiento a la autoridad masculina. Ella es la matriarca. Vive como le da la gana. Este documental debería proyectarse en todos los colegios e institutos. En todas las asociaciones de mujeres y de hombres. En cualquier foro. En plena vorágine del movimiento chileno, ‘Un violador en tu camino’, que también hemos replicado esta semana en Soria con sus cánticos y su vehemencia; me he acordado de Julita y su mono y su castillo y de su montonera de hijos, seis en concreto. Todas deberíamos convertirnos en Julita. Deberíamos tener la valentía de vivir con esa libertad. Sin el miedo de mirar para atrás cuando oímos pasos solitarios en las calles vacías. De no conformarnos con migajas que se convierten en fuente de sufrimientos.
Tenemos que vivir sin complejos. Tenemos derecho a reconocer cualquier aparente excentricidad de nuestro carácter. Hablar por los codos como Julita o ser introvertidas. Vivir solas o acompañadas. En la elección está la libertad. Poder confesar lo que queramos a quien queramos sin autocensurarnos. Sin miedo a nadie ni a nada. Debemos ser las Julitas que abanderen su libertad para confesar sin pudor nuestros deseos infantiles o adultos, cumplidos o pendientes, estrafalarios o cotidianos. Las mujeres tenemos que atrevernos a atrevernos. Perder el miedo al miedo. No es fácil en esta sociedad patriarcal, pero si Julita  lo hizo, se puede. Desear monos, castillos, hijos o una escoba para sobrevolar los tejados en las noches de luna llena. Tenemos derecho a hacer y desear lo que nos dé la gana. Sin miedo.