Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


La herencia del coronavirus

05/06/2020

A punto de saltar a la fase dos en la capital, vamos comprobando los destrozos que ha dejado el coronavirus tan parecido a un siroco que cruza por nuestras vidas a la velocidad de los huracanes. Los ciudadanos, cada cual según nuestro criterio, al principio de la pandemia auguramos cambios y nuevos modelos de vida. Pero ahora que las aguas empiezan a volver a su cauce, tiene pinta de que la nueva normalidad va a ser casi un calco de la antigua normalidad. Seguimos prácticamente igual que antes del confinamiento, aunque sabiendo hacer pan y con el estribillo del ‘Resistiré’ bien aprendido. Ya hay varios espejos en los que reflejarnos sin apreciar diferencias. La política local, adormecida mientras el virus se expandía a la velocidad del rayo, ha despertado del letargo con la misma pobreza que cuando se durmió. No ha cambiado nada. No hay más que leerse las notas de prensa de unos y otros partidos políticos. Las mismas palabras, expresiones e idéntica letanía. ¡Qué aburrimiento! Ya hemos tenido varios plenos virtuales tanto en la Diputación como en el Ayuntamiento. Lo único entretenido es cotillear los cuadros o los libros que aparecen a la espalda de concejales y diputados. Dime que pared tienes y te diré quién eres. Me encanta que haya tantos libros en las casas sorianas. No les preguntaremos si los han leído o solo forman parte del atrezo de las videollamadas.
Lo que tampoco va a cambiar es el modelo de vida de los españoles. El teletrabajo hizo pensar que muchos de los trabajadores de las grandes ciudades decidirían de manera inminente volver al medio rural como lugar idílico de residencia. Enseguida nos ilusionamos pensando que nuestros pueblos sorianos tan vacíos se llenarían de nuevos pobladores buscando una vida mejor. No he hecho una encuesta pero sí he tanteado a sorianos que viven en grandes ciudades. No muestran ninguna intención de volver a sus pueblos. La mayoría tiene la vida hecha en su ciudad. Los españoles somos de echar raíces, no somos muy nómadas. Habrá excepciones. Habrá quien esté deseando huir de las grandes ciudades y encontrar una casa en un pueblo para instalarse con su ordenador, pero tengo la impresión de que serán muy pocos. De hecho, la mayoría de los sondeados han acabado bufando por culpa del teletrabajo, porque no desconectan ni tienen horario. Y porque echan de menos la vida real, la que te permite mirar a los ojos a tu compañero en vez de a una pantalla. La que te sirve para recordar que los seres humanos tenemos cinco sentidos, aunque con el teletrabajo solo vamos a desarrollar la vista y el oído. Perderemos el olfato, el gusto y el tacto en los teclados y las pantallas. Los humanos somos seres sociales. Necesitamos relacionarnos con la manada. Relacionarnos de verdad.