Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Perfect Blue

18/06/2021

No deja de ser irónico vivir en un mundo donde los movimientos sociales se definen con rapidez, mientras que el conocimiento que tenemos sobre los insultos que utilizamos reflejan una ignorancia supina. Hace tiempo que renuncié a seguir la terminología que identifica a las generaciones por el alfabeto. Hay que ser un poco prepotente para creer que una palabra o una letra pueda reflejar a millones de individuos en un análisis simplista. Aunque no sepa identificarme con una generación concreta, no significa que no pueda afirmar con orgullo que vi con gusto Mazinger Z en sus inicios. El otro día me comentaron que había llegado la generación alfa, lo cual parece haber deprimido a los que pertenecían a la generación Z al sentirse caducos.

La bendita juventud siempre piensa que lo viejo es obsoleto, sin preguntarse por su valor o utilidad. Despreciar el sentido de la experiencia, creyendo que lo nuevo es sinónimo de bueno, nos lleva a ignorar la cultura como motor de crecimiento personal y social. La escritura forzó un salto cualitativo para las personas al permitir que los conocimientos adquiridos no quedasen limitados al tiempo vital. El conocimiento rompió las barreras de la muerte y pasó a ser evolutivo.

Depende de nosotros acudir a la lectura para nutrir nuestro intelecto, porque si creemos que solo con nuestra experiencia personal alcanzamos la sabiduría hacemos un profundo ejercicio de estulticia. Solo unos cuantos privilegiados tienen vidas tan ricas como para creerlo; aunque en muchos casos agradecerían que no fueran tan intensas sus vivencias.

Otro rasgo fundamental del individuo es su carácter social. Lo cual nos lleva a nuestra capacidad para la cooperación. Esta habilidad humana es la que ha permitido al ser humano hacer cosas que por sí solos son imposibles. Las nuevas tecnologías fomentan el individualismo, reducen la interactuación social y facilitan comportamientos hostiles hacia nuestros semejantes. Esta ilusión de transparencia ha creado unos sujetos frágiles expuestos a la turba digital.

La mayor tragedia actual es nuestra intolerancia al error. Desterrar del vocabulario la palabra pecado, no niega su existencia. Somos débiles y nos alejamos con frecuencia del camino. Para ser adultos necesitamos aceptar nuestras imperfecciones y sobreponernos a ellas. Nadie soporta una visión detallada del pasado individual. La compasión y la ternura nos permite crecer como personas. Solo con los fracasos se aprende y tenemos que madurar ya. Reconocer nuestros errores es la única vía para el crecimiento personal y la felicidad.

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