Comparto con el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, el reconocimiento a la capacidad de convocatoria de El Hueco que, además de a él mismo trajo a Soria a presidentes autonómicos, ministros y hasta el mismísimo jefe de la oposición del PP  Pablo Casado. Discrepo absolutamente sin embargo, de casi todo lo que dijo en su discurso que me sonó, quizá para hacer honor al nombre los organizadores a hueco. Hacer referencia a estas alturas a la necesidad de igualar los derechos de todos los ciudadanos, vivan donde vivan como ya reconoce nuestra Constitución, es abusar de frases obvias que no son propias de un presidente que ya lleva tiempo suficiente residiendo en la Moncloa como para presentar alguna aplicación práctica a ese principio. Yo diría que Sánchez, y casi todos los intervinientes de la clase política nacional se han aprendido de memoria el enunciado del problema pero no tienen ni remota idea de cómo resolverlo, o lo que es peor, lo poco que se les ocurre, depende de acciones que por falta de decisión política o disponibilidad presupuestaria no van a aplicar. Sospecho además que quienes les escriben los argumentarios evalúan la despoblación como un asunto menor. Pocos votos, poco rentable.
Oídos buena parte de los discursos agradecí al destino la circunstancia de no estar en la actualidad en el ejercicio del periodismo activo más allá de esta columna y alguna otras breves colaboraciones. Me las habría visto canutas para ofrecer a los seguidores de mi medio, un titular decente. Cuatro o cinco palabras que trascendieran de la pompa y boato que suponía para Soria, el desembarco de tan notables personajes en nuestro despoblado solar. El presidente actual es experto en discursos optimistas y exhibió una constante sonrisa, sabedor de que se hallaba en un escenario poco hostil. Su predecesor socialista, Rodríguez Zapatero, hizo referencia a la inmigración como solución para repoblar y, desde luego obvió cualquier recuerdo al famoso PAES Plan de Actuaciones Específicas para la Provincia de Soria que, su Consejo de Ministros, impulsó hace dieciséis años y sobre el que podía haber reflexionado, motu proprio o por sugerencia de algún contertulio o periodista presente.
No voy a repasar los de todos los intervinientes, en cuatro líneas me quedo sin espacio pero no puedo por menos que recordar otras convocatorias aureoladas con nombres ilustres que iban a resolver todos nuestros problemas, como fue el caso de las del aristócrata  Amalio Marichalar, Soria 21, con las que llenamos páginas de periódicos e interminables programas de radio y televisión, cuando podríamos haber resumido su contenido en el titular de esta ‘sopa’. NADA.