Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Justo

08/06/2021

Nada parece más justo que las empresas paguen impuestos por los beneficios obtenidos, sobre todo si estos son multimillonarios. Y que los abonen en los países donde los obtienen. Normal, lógico, natural. Pues, no señor, nada de eso. Las grandes corporaciones, las multinacionales, se las vienen ingeniando desde que el mundo es mundo para no rascarse el bolsillo o para hacerlo poco y mal y solo allí donde los porcentajes son más bajos o casi insignificantes. O sea, que se domicilian en paraísos fiscales o en naciones permisivas. Y para ello han montado una ingeniería financiera potente y sofisticada que les permite burlar al fisco o saludarlo con cortes de mangas, que viene a ser lo mismo. Y no estamos hablando de unas firmas cualquiera. Nos estamos refiriendo a esas que ya se han convertido en imprescindibles en nuestras vidas: Google, Facebook, Apple, Amazon. Las filiales de esta última declararon el año pasado en España 1.500 millones de ingresos, pero solo tributaron ocho. El resto se fue a Países Bajos, Irlanda, Luxemburgo, Malta, que, pese a estar en la Unión Europea, tienen un impuesto de sociedades casi testimonial, o directamente a paraísos fiscales. Esta injusticia puede tener los días contados si prospera definitivamente el acuerdo adoptado el sábado en Londres por los responsables de finanzas del G-7 (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá, Italia y Japón). Este acuerdo establece que las grandes compañías que obtengan un margen de beneficios del 10% o más deberán pagar al menos un 20% de los impuestos sobre ganancias globales en los territorios donde operan y no solo donde tengan la sede social. Se fija también para todas un impuesto mínimo de sociedades: el 15%. Si se confirman estos puntos en las próximas reuniones de los jefes de Estado y Gobierno y del G-20, España podría obtener al año unos mil millones de euros más de lo que cobra ahora por los beneficios de Amazon y demás. Se trata, en resumen, de un cambio trascendental en la fiscalidad mundial. Es justo, pero ¿llegará? Las multinacionales no lo pondrán fácil. Habrá guerra económica.