Alfredo Vallejo

Alfredo Vallejo


Rastreando la verdad

09/04/2022

¡Qué difícil ha llegado a ser conocer la verdad en los tiempos que nos toca vivir!  Casi imposible; una serie de realidades tozudas nos vendan los ojos, nos taponan los oídos y nos hacen ver y sentir lo que 'el poder sin rostro' tiene a bien permitirnos. Pensarán que exagero; en absoluto. Se ha dicho siempre que el lenguaje no es inocente; hoy lo es mucho menos. La palabra se está reduciendo a publicidad de una forma escandalosa. O a idiocia. Hasta hace poco el poder se servía para «proclamar la verdad» de púlpitos ad hoc; en cada pueblo solía haber dos púlpitos, uno en la escuela y otro en la iglesia. Además quienes «pregonaban» eran personas con formación y educación que anunciaban la verdad que nacía de la misma sociedad. Hoy cada ser humano tiene su púlpito, desde donde vocifera su verdad a los cuatro vientos. Y somos más de siete mil millones de  predicadores. Los púlpitos están interconectados y la zambra vociferante de la verdad es ruido y algarabía, sin inocencia ni estética alguna; sin criterio ni reflexión, todo exceso. No en balde se dice que nos está tocando vivir en la época de la postverdad. Todo vale al respecto. Además hay que tener en cuenta algo muy importante y que se ha perdido en la 'danza' que les describo: tradicionalmente los que comunicaban las verdades siempre estaban cerca; se conocían. Y al conocerse se sabía el nivel de fiabilidad que podría tener lo que uno estaba oyendo. Este filtro crítico es imprescindible para rastrear la verdad. El mentecato, el mentiroso, el soñador o el engañador decía una verdad matizada de antemano y además sospechada de entrada al conocer al emisor. Hoy no sabemos quién nos lo dice, en general. Tenemos una cierta indefensión para ser críticos. 
Otro aspecto que confirma la dificultad de una información veraz y objetiva es que la verdad nos interesa cada vez menos, aunque no lo digamos, aunque lo disimulemos de forma ya inconsciente.  Buscamos el relieve, lo excesivo, el escándalo, lo extraño, lo morboso, lo patológico; es decir, la verdad alterada. Lo demás no es noticia ; es perder el tiempo. No nos interesa; en nuestro aburrimiento lo que buscamos es 'distracción'. Esto no es tan nuevo; el populacho romano gritaba su deseo de verdad con tres palabras mondas: 'Panem et circenses'.

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